A machetazos con el 1%

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Crítica

Murieron por encima de sus posibilidades (2014), de Isaki Lacuesta

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Que estamos cabreados en España es algo que queda patente tras ver las risas que provoca Murieron por encima de sus posibilidades, una marcianada de Isaki Lacuesta que se alarga en exceso y que se va de madre en muchos momentos pero que alimenta el bicho que todos llevamos dentro que dice que una crisis como la que vivimos sólo se soluciona a golpe de revolución a la francesa, con guillotina, recortada y demás compañeros mártires.

En la película de Lacuesta conocemos a una banda de chiflados y chapuceros violentos que tienen retenidas a tres figuras económicas y políticas del país (interpretadas por Luis Tosar, Imanol Arias y Carmen Machi) y que defienden la idea de que hay que recortar o recortarse carne, muy con el estilo del Mercader de Venecia. Los atracadores, con las caras del omnipresente Raúl Arévalo, Albert Pla, Julián Villagrán, Iván Telefunken y Jordi Vilches y disfraces de osos panda, pretenden resolver el dilema que supone que más del 80% de las riquezas del mundo estén a manos de menos de un 1%. La idea es mantener la superioridad, pero descenderla al 51%. Aunque, para ser del todo honestos, su idea de la economía es bastante caótica.

Murieron por encima de sus posibilidades se beneficia de mucha mala leche, dos grandes monólogos a cargo de Arévalo y Pla -en el primero se mantiene la tesis de que el 15-M es una revolución de cómodos y estudiantes vagos, que aprovecharon la primavera y la época de los exámenes para hacer sentadas, mientras Pla aboga por emprenderla a tiros y puñaladas con todos los poderosos para acabar catalogado como un loco, “pero encantador”-, una explicación sencilla pero descacharrante de cómo funcionan los rescates a cargo de Vilches y un desfile de estrellas del cine nacional -José Coronado, Emma Suárez, Ariadna Gil, Bárbara Lennie, Josep María Pou, José Sacristán, Eduard Fernández, Sergi López…- que se convierte en un quién es quién para el público. También hay pinceladas trágicas, imágenes de una nación postapocalíptica en la que podemos acabar convirtiéndonos si no le ponemos freno a la corrupción, el clasismo, la privatización sanitaria y tantos otros cánceres de nuestro sistema actual.

La idea de la comedia disparatada, aberrante, políticamente incorrectísima y rozando el punto gore es un riesgo para un director tan moderado como Lacuesta, y es precisamente ese salto al vacío lo que más hay que celebrar. Como viene demostrando el país década tras década, lo que mejor parimos cuando vivimos en las peores condiciones son burradas con gracia -y, de vez en cuando, sutiles divertimentos-. Por eso la apuesta por esta historia no está errada, aunque sí su ejecución final, sobre todo teniendo en cuenta su longitud, demasiada para una gamberrada de este calibre que llegado un punto comienza a agotar en vez de hacer gracia.

Hay quien dijo a la salida que la sed de venganza del público hacia ese 1% provoca más risas de las que las bromas a machetazos merecen. Obviamente, las circunstancias en las que se ve una película siempre intervienen en su recepción final. Sin embargo, hay grandes momentos que conviene mantener en la retina y otros tantos que podrían haber quedado en el suelo de la sala de edición. Ambas responsabilidades hay que achacárselas a su director; las críticas, pero también la valentía.

Puedes ver las anteriores películas de Isaki Lacuesta en Filmin:

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