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Al género carcelario pertenecen grandes películas que se han acercado al mundo de los presos y las prisiones desde puntos de vista que van desde la aventura de La Gran Evasión (1963) al relato íntimo y crudo de Pena de Muerte (1995), por poner sólo dos ejemplos que ilustren la diferencia en el enfoque entre dos grandes películas dentro de un mismo género. Pese a las diferencias, hablamos de películas que tienen como protagonistas a personas que carecen de la libertad de movimientos de la que disfrutan la gran mayoría de seres humanos. A esta condición extraordinaria de los protagonistas hay que añadir en la mayoría de los casos el papel fundamental que juega la prisión como un personaje más. Difícilmente podemos encontrar en otros géneros espacios o lugares con una importancia tan decisiva, siendo una presencia constante no solo física sino psicológica, y condicionando en todo momento las acciones de los seres que la habitan. La prisión es un estado mental y el prisionero vive dentro de sí mismo, aislado de la realidad exterior y obligado a una introspección constante. Acerca del espacio y los no-lugares el antropólogo francés Marc Augé tiene mucho que decir:
Marc Augé acuñó el concepto “no-lugar” para referirse a los lugares de transitoriedad que no tienen suficiente importancia para ser considerados como “lugares”. Son lugares antropológicos los históricos o los vitales, así como aquellos otros espacios en los que nos relacionamos. Un no-lugar es una autopista, una habitación de hotel, un aeropuerto o un supermercado… Carece de la configuración de los espacios, es en cambio circunstancial, casi exclusivamente definido por el pasar de individuos. No personaliza ni aporta a la identidad porque no es fácil interiorizar sus aspectos o componentes. Y en ellos la relación o comunicación es más artificial. Nos identifica el ticket de paso, un D.N.I, la tarjeta de crédito…
Las cárceles representan también micro-sociedades donde se pueden encontrar todas las razas, religiones y clases posibles. La convivencia no es fácil y los reclusos deben aprender a sobrevivir en el ambiente más hostil. Sin embargo, encontramos historias de amistad como aquella de Cadena Perpetua (1994) o La Milla Verde (1999) y grandes comedias como Jailhouse Rock (1957) con Elvis y Toma el dinero y corre (1969), con un pelirrojo estelar llamado Woody Allen. El género nos ha regalado también algunos de los tipos más duros de la Historia del Cine: Malamadre de Celda 211 (2009), Derek Vinyard de American History X (1998) o Frank Morris de Fuga de Alcatraz (1979). Sin olvidar la maravillosa interpretación del miembro del IRA Bobby Sands por Michael Fassbender en el debut de Steve McQueen Hunger (2008).
¿Alternativas a las cárceles? Thierry Lévy y algunos otros, creen que las nuevas tecnologías biométricas permitirían prescindir de las cárceles y llevar un control real y punible sobre los condenados.
El ciclo que ha programado Café Kino para el mes de junio nos ofrece una fantástica oportunidad para revisar grandes películas pertenecientes a este género tan prolífico. Esta es la lista de películas, para todos los gustos, que se proyectan en su versión original con subtítulos en español:
Reseñas por y
Tiempos modernos (1936), de Charles Chaplin
Algún día tenían que echar el lazo al, nunca mejor dicho, resbaladizo Charlot los policías que siempre andan persiguiéndole sin éxito. Esta vez no sólo es arrestado, sino que ingresa en prisión por nada más y nada menos que liderar una manifestación. Siendo inocente, es acusado de comunista, en la ficción, lo que recuerda a la caza de brujas de sufrió en la vida real. En Tiempos modernos Chaplin retrata una vez más la época que le tocó vivir, en este caso se centra en la Gran Depresión, pero los temas de los que habla siguen estando presentes en la actualidad: los derechos de los trabajadores, la libertad de manifestación, la seguridad laboral, el paro, la reinserción después de haber cumplido una condena en la cárcel, el hambre, la injusticia, el sueño de una vida mejor… Y el amor, cómo no, en medio de todo, como trama secundaria que va tomando más protagonismo a medida que avanza la película. Resulta curioso hacer un visionado conjunto a Metropolis (1927), de Fritz Lang, para fijarnos en algunas cosas que ambas tienen en común (también en sus diferencias), aunque la segunda se desarrolla en un entonces futuro que hoy ya hemos pasado, y aún así su profético mensaje sigue estando de furiosa actualidad. Tiempos modernos se rodó cuando el cine sonoro ya llevaba unos años dando sus primeros pasos, pero Chaplín aún era reacio a introducirlo. Por tanto, es una película muda, con los clásicos intertítulos (sólo los necesarios), pero con algunos efectos sonoros de los que Chaplin tenía un don especial para sacar provecho, y una sorpresa reservada para los últimos minutos: una tronchante canción en directo sincronizada con sus labios, es decir, una de las primeras veces que se escuchaba la voz de Chaplin en pantalla. Un recurso, el sonido, que cuatro años más tarde usaría en El gran dictador. Con un contenido político camuflado por un aparentemente inofensivo y cada vez más sofisticado sentido del humor, Chaplin reflexiona sobre la peligrosa dirección que está tomando la absorbente revolución industrial y su repercusión en la sociedad, como colectivo, pero también como individuos, especialmente alarmante para la clase obrera. La metáfora del principio nos da una pista de por dónde van a ir los tiros en esta película: vemos un rebaño de ovejas que funde con la salida del metro de una masa de personas que se dirige a sus trabajos. Y el final, de la mano de la entrañable Paulette Goddard, es sencillamente uno de los más inolvidables de la historia del cine.
Un profeta (2009), de Jacques Audiard
Ganadora del BAFTA Mejor Película Extranjera, candidata en la misma categoría a los Oscar del 2010 y gran premio del jurado en Cannes en 2009, Un Profeta es un claro ejemplo del nuevo cine francés que arrasa en taquilla y convence a la crítica como también hicieron Intocable (2011) y The Artist (2011). Condenado a seis años de prisión, Malik El Djebena (Tahar Rahim) no sabe leer ni escribir. Cuando llega a la cárcel completamente solo, parece más frágil y joven que los demás presos. Arrinconado por el cabecilla de la banda de corsos que dominan la prisión, le encomiendan una serie de misiones que debe cumplir para hacerse más fuerte y ganarse la confianza del líder. Pero Malik es valiente y comprende rápidamente que para sobrevivir deberá encontrar su propio camino. La película es una dura crítica al corrupto sistema carcelario francés y puede ser interpretada como una alegoría de la situación actual de una Francia formada por guetos cuyos habitantes son constantemente señalados como los culpables de todos los males del país. Una nación que se radicaliza día a día y que vive un proceso de involución social con consecuencias aterradoras. Audiard y Rahim nos enseñan con Un Profeta el verdadero rostro del fracaso del sueño integrador europeo. Pincha aquí para leer la crítica.
I Love You Phillip Morris (2009), de Glenn Ficarra y John Requa
Basada en la increíble historia real del estafador Steven Jay Russell (interpretado con brillantez por Jim Carrey), I love you… cuenta las aventuras de Jay Russell desde su condena en la cárcel donde se enamora de su compañero de celda, Phillip Morris, interpretado por Ewan McGregor. Cuando este es liberado, Russell escapa de la prisión en numerosas ocasiones para poder reunirse con su querido Morris. El tono de la película es excesivo de principio a fin y lo improbable de muchas de las situaciones narradas convierten el film en una sucesión de escenas divertidísimas. La forma de tratar la comedia dentro de una historia de amor gay es realmente progresista dentro de los estándares de Hollywood. Repleta de bromas sobre el puritanismo americano, la religión e incluso el SIDA. I love you… es la comedia más madura y completa de Jim Carrey y una oportunidad para ver al McGregor más divertido. I love you… es una comedia para tomarla muy en serio. Lejos del estilo pretendidamente rompedor de las parodias de Sacha Baron Cohen o las películas sobre eternos adolescentes nerds de Judd Apatow, I love you… es una de las mejores comedias estadounidenses de los últimos años.
Dumbo (1941), de Ben Sharpsteen
El personaje principal es Jumbo Jr., un elefante antropomórfico que es cruelmente apodado Dumbo (en inglés, dumb significa tanto «mudo» como, despectivamente, «tonto»), y que es ridiculizado por sus grandísimas orejas, aunque descubre que puede volar usándolas como alas. La película fue realizada para recuperar las pérdidas financieras que tuvo el estudio con Fantasía. Dumbo representa un ejercicio deliberado de simplicidad y economía, con 64 minutos es una de las más cortas películas animadas de Disney. A pesar de estrenarse poco antes de la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, Dumbo fue la película del estudio más exitosa en términos financieros de la década de 1940. Fue una de las primeras películas de animación que se emitió por televisión, como parte de la serie de antología de Disney. Dumbo es un clásico imprescindible de la Historia del Cine además de ser una de las películas más tristes, junto a Bambi, en la larga filmografía de Disney. El pequeño elefante orejón es un icono del rechazado por la sociedad, del maltrato animal, la esclavitud, la irrealidad de las apariencias, los juicios de valor prematuros y la crueldad en general. Pero también es un símbolo de la amistad, de la esperanza y de los primeros viajes surrealistas proporcionados por el alcohol. Una película completísima e inmortal.
Edifico España (2014), de Víctor Moreno
Lo que en un primer momento parecía un documental más, costumbrista, un análisis de una sociedad dentro de una Torre de Babel gracias a la rehabilitación de uno de los edificios emblemáticos de Madrid, situado en pleno centro de la capital, se tornó en una lucha contra la censura cuando la opinión pública supo que Edificio España, la película que Víctor Moreno había grabado durante meses entre las paredes del mastodonte, había sido vetada por el Banco Santander, propietario del inmueble. El propio Botín creía que su visionado complicaría la venta internacional del mismo. Más de 1.600 personas firmaron el manifiesto “Quiero ver Edificio España” y, tras quince meses de censura – aunque sólo dos de lucha masiva-, en marzo el documental se pudo proyectar públicamente en una sala comercial. Previamente a la prohibición, el Festival de cine de San Sebastián, el Festival Internacional de cine de Buenos Aires BAFICI, DocumentaMadrid o DOC LISBOA, entre otros, habían respaldado el proyecto. Originariamente Moreno sólo quería ser testigo del proceso de cambio que iba a sufrir uno de los símbolos de prosperidad del franquismo, a partir de la mezcla de nacionalidades de los trabajadores participantes y de los intercambios generados en el lugar. Sin embargo, la decadencia previa del edificio, la simbología del parón al cual el filme fue sometido, y la variedad de razas de todos aquellos involucrados en su restauración, crean una tremenda metáfora sobre los tiempos que vivimos y lo que podemos hacer con ellos.
Celda 211 (2009), de Daniel Monzón
Celda 211 fue un pelotazo nacional en toda regla. No sólo por sus ocho Goyas (con premios a mejor película, actor, actriz secundaria, guión, dirección o actor revelación, entre otros) o por su buenísima taquilla – sobre todo para ser una película española-. Con Celda 211 Daniel Monzón, ahora a punto de estrenar su nuevo filme El niño, confirmó que en nuestro país se podía hacer cine de género extremadamente entretenido, con alta calidad artística y técnica y con un guión, al alimón entre Monzón y Jorge Guerricaechevarría, de hierro. Así encontramos la historia de Juan Oliver (Alberto Amman), un funcionario de prisiones que decide ir a la cárcel de su próximo trabajo un día antes del comienzo para conocer las instalaciones. Allí cae herido y despierta en medio de un motín dirigido por el preso más peligroso, Malamadre (Luis Tosar). Para salvar el cuello, Juan decide no confesar su estatus y hacerse pasar por un encarcelado más, ganándose la confianza del cabecilla y arriesgando su identidad por culpa de la revolución en el interior del lugar. En Celda 211 Tosar volvió a demostrar cómo hacer una interpretación tensa, una mezcla de ser humano y ser despreciable, un tipo cuya naturalidad hiela las venas. Por su parte Albert Amman le dio la réplica más digna posible, mientras Antonio Resines se encargaba en un par de manotazos de hacer olvidar al público que en algún mundo paralelo existía un padre de familia bonachón como el de Los Serrano. Marta Etura, Carlos Bardem, Luis Zahera… y muchos otros se añadieron a un reparto fuerte que llevó al público al borde del asiento en una película de intriga y calidad basada en la novela homónima de Francisco Pérez Gandul.
Incendies (2010), de Denis Villeneuve
Antes de partirnos el corazón en la pantalla grande, Incendies fue una obra de teatro escrita por Wajdi Mouawad. Denis Villeneuve, director que ya había rodado películas en Canadá, se dio a conocer internacionalmente con su adaptación a la pantalla grande de esta pieza, demostrando así su pulso y delicadeza a la hora de asomarse a los rincones más recónditos del alma humana y de la tragedia de las guerras. Jeanne (Mélissa Désormeaux-Poulin) y Simon Marwan (Maxim Gaudette), gemelos, reciben del notario de su madre un testamento en el que ésta les insta a buscar a su padre, que ellos creían muerto, y a su hermano, que ellos desconocían que existía. Así, primero Jeanne y después Simon, viajan a Oriente medio intentando rescatar sus orígenes y la historia de Nawal (Lubna Azabal), una mujer cuya vida se vio interrumpida por la guerra entre religiones. Sin estar situada en ningún país en concreto, Incendies se inspira en la historia del Líbano y su guerra civil ocurrida entre 1975 y 1990. El resultado de las investigaciones de los hermanos descubre una una dura realidad para los personajes y también para el espectador, pero también desvela la personalidad de una madre que siempre fue un enigma para ellos. Incendies fue candidata al Óscar a Mejor Película de Habla no Inglesa en 2011, perdiendo ante la danesa En un mundo mejor. Sin embargo sirvió para poner en el mapa cinematográfico internacional a su director, que en los últimos meses ha estrenado en España dos propuestas interesantes: Prisioneros y Enemy. Pincha aquí para leer la crítica.
En el nombre del padre (1993), de Jim Sheridan
Es duro elegir entre las interpretaciones de Daniel Day-Lewis, porque todas ofrecen un matiz que parecía desconocido para el espectador medio hasta que el inglés dejó ver ese rastro de humanidad en la gran pantalla. Sin embargo, su retrato de Gerry Conlon, un irlandés cabeza de chorlito que se ve encerrado en la cárcel por su nacionalidad, acusado de un atentado que no cometió, y obligado a asumir la responsabilidad de tener a su padre en prisión con él, es desgarrador, vital e impresionantemente fuerte. Jim Sheridan, que le había dado a Lewis su primer papel de Óscar con Mi pie izquierdo, convocó otra vez al mejor actor de su generación, le juntó con un clásico secundario al que siempre se echa de menos, un inmenso Pete Postlethwaite, y añadió a la mezcla a la mujer británica con más personalidad de las últimas décadas, Emma Thompson, en el papel de la abogada que, años después del encarcelamiento, decide pelear por la libertad de los Cuatro de Guildford, injustamente acusados de un crimen que no cometieron por unas autoridades que buscaban, y necesitaban, un chivo expiatorio durante los conflictos de Irlanda del Norte. Si bien Sheridan y Day-Lewis volverían a unirse en The Boxer, un análisis del terrorismo a través de los ojos de un antiguo miembro del IRA, En el nombre del padre resulta su proyecto más brutal y pasional – tal vez por estar basado en una historia real-, merecedor de siete nominaciones a los Óscar (que se llevó por delante la Schindler de Spielberg), del Oso de Oro en Berlín y, sobre todo, de la intensa y constante admiración de cuantos deciden verla. Pincha aquí para leer la crítica.
Ciutat morta (2013), de Xapo Ortega y Xavier Artigas
Reseñar la apatía policial resulta mucho más cómodo cuando se habla de En el nombre del padre, los británicos y lo brutos que fueron al tratar de aplacar a la opinión pública durante los años álgidos del conflicto con Irlanda del Norte. Es, en cambio, más difícil hacerlo cuando el filme es documental y relata los hechos acontecidos no hace tanto en Barcelona a partir de la implementación de la llamada Ordenanza del Civismo y la lucha policial contra los movimientos okupa. El 4 de febrero de 2006 unos policías acudieron a un teatro okupado con la intención de desalojarlo. Las cargas acabaron cuando una maceta cayó de un balcón y le dio a un agente que no llevaba casco, causándole un coma. Ante la imposibilidad de detener dentro del edificio, las fuerzas del orden se llevaron a Rodrigo Lanza, Juan Pinto y Alex Cisterna, tres jóvenes europeos de origen latinoamericano, que sufrieron torturas en comisaría denunciadas por Amnistía Internacional y que, al estar fuera del inmueble, eran inocentes. Además, Patricia Heras y Alfredo Pestana fueron detenidos al día siguiente en el Hospital del Mar. Nunca habían estado en la fiesta ni en las inmediaciones. Condenados tras dos años esperando un juicio, en una salida de la cárcel en 2011 Patricia Heras acaba con su vida. Ciutat morta, dirigido por Xapo Ortega y Xavier Artigas, cuenta su historia, y la de Rodrigo y Juan. TV3 rechazó emitirlo y acaba de llevarse la Biznaga de Plata a mejor documental en el último Festival de cine de Málaga. En junio de 2013, 8.000 personas okuparon un teatro del centro de Barcelona para verlo y homenajear a Patricia, así que es posible alegar que ir a Kino a verlo es casi obligado.
La gran evasión (1963), de John Sturges
Con un reparto de campanillas encabezado por el legendario Steve McQueen – el de toda la vida, no el director británico-, seguido de James Garner, Richard Attenborough, James Donald, James Coburn o Charles Bronson, entre otros, La gran evasión es un clásico del cine en general y del cine carcelario y de escape en particular. Situada en una prisión alemana durante la Segunda Guerra Mundial e inspirada en la historia real del australiano Paul Brickhill, que plasmó en una novela la masiva huida de prisioneros de ejércitos de la Commonwealth del campo de prisioneros alemán Stalag Luft III, la película narra la historia de un grupo de prisioneros que planean huir de una prisión considerada como una fortaleza irreductible – también le pasaba a Alcatraz en La Roca y Sean Connery bien que escapó-. McQueen, que había colaborado con el director John Sturges en Cuando hierve la sangre y Los siete magníficos, comenzó aquí a forjar su leyenda rebelde a lomos de una motocicleta, mientras que Attenborough se dio a conocer al público americano con este filme. Elegida una de las mejores películas de todos los tiempos, La gran evasión estuvo nominada al Óscar a mejor montaje y a los premios del Sindicato de guionistas al mejor guión, escrito por James Clavell y W. R. Burnett.
Toma el dinero y corre (1969), de Woody Allen Tras coger un filme japonés y redoblarlo, elaborando así una historia completamente diferente a la original en What’s Up, Tiger Lily?, Woody Allen se puso seriamente delante y detrás de las cámaras para coescribir, protagonizar y filmar el mockumentary Toma el dinero y corre, crónica de Virgil Starkwell, un ladrón de bancos más inepto que exitoso, historia que le valió a Allen su segunda nominación al mejor guión por el Sindicato de Guionistas de Estados Unidos (la primera, cuatro años antes, se debía a ¿Qué tal, Pussycat?). Aunque en principio Allen deseaba a Jerry Lewis como director, la imposibilidad de ello y su experiencia como actor en el caótico rodaje de Casino Royale le empujaron a encarnar el rol de autor que mejor se le daría de entonces en adelante. Trabajando con un estilo de comedia slapstick que continuaría hasta Annie Hall, Allen se ganó el aplauso de la crítica con su humor y lo mucho que prometía. Más de cuarenta años después, ver Toma el dinero y corre en cualquier momento y lugar es un rito de celebración maravilloso, celebración de la película que inició el idilio de Woody con su costumbre casi anual y de las primeras carcajadas que el genio de Brooklyn provocó en la audiencia.
La última noche (2002), de Spike Lee
Antes de ser el co-creador y showrunner de Juego de Tronos y escribir Troya o Cometas en el cielo, David Benioff publicó una novela titulada 25th Hour, posteriormente adaptada al cine por él mismo y dirigida por Spike Lee en 2002. Monty (Edward Norton) ha sido condenado a siete años de cárcel por tráfico de drogas y disfruta de sus últimas 24 horas de libertad antes de cumplir sentencia. Decide pasarlas con sus amigos Jacob (Philip Seymour Hoffman) y Frank (Barry Pepper), y su novia Naturelle (Rosario Dawson), mientras reflexiona sobre su vida y las decisiones que ha tomado hasta entonces. Rodada en Nueva York en 2001, los ataques del 11 de septiembre fueron integrados en la historia en vez de obviados por decisión del director, algo alabado por los críticos y que le valió comparaciones con Rosellinni y su Roma, ciudad abierta, filmada poco después de la ocupación nazi. Lee elabora aquí el retrato de un hombre y una ciudad, una urbe muy cercana al alma del director, que siempre ha documentado, como otros tantos cineastas, los altibajos de la Gran Manzana. Presente en el Festival de Cine de Berlín en 2003, La última noche tuvo una gran acogida por parte de la crítica y formó parte de la mayoría de las listas de lo mejor del año en periódicos y revistas.
La vida de David Gale (2003), de Alan Parker
De momento, la última obra que tenemos de Alan Parker, histórico director de Arde Mississippi, The Commitments o Las cenizas de Ángela, La vida de David Gale es un thriller desarrollado alrededor de la pena capital. Cuando al personaje del título (Kevin Spacey) le quedan pocos días de vida en el corredor de la muerte antes de que se ejecute su sentencia, decide llamar a la periodista Bitsey Bloom (Kate Winslet) para contarle cómo ha llegado hasta allí. Así Bloom descubre la ironía de David Gale, activista contra la pena de muerte que ha acabado en el preciso lugar contra el que protesta, acusado de asesinar a una amiga y amante que compartía sus ideales (Laura Linney). Escrita por el guionista de La intérprete y Amor y otras drogas, y protagonizada por unos intérpretes de altura, La vida de David Gale intenta denunciar la presencia de inocentes en el corredor de la muerte a través de una elaborada intriga. La película estuvo en el Festival de cine de Berlín en 2003.
Old Boy (2003), de Park Chan-wook
Old Boy es una experiencia difícil de olvidar. De la mano de Park Chan-wook nos adentramos en la historia del charlatán Oh Dae-su, marido y padre de familia que un día es secuestrado a la puerta de su casa y encerrado sin explicación en una habitación. Sólo podrá salir a los quince años, por expreso deseo de quien lo encerró, que también le reta a averiguar por qué fue capturado en primer lugar. Tiene cinco días para hacerlo y sólo un objetivo: vengarse de aquellos que destruyeron su felicidad. Afortunadamente, conoce a Mi-do, una joven que se ofrece a ayudarle y que, además, se convierte en su amante. Poco a poco Oh Dae-su se irá acercando a la verdad, una verdad mucho más espeluznante de lo que se podía haber imaginado. Old Boy, que ha pasado por las manos de los remakes recientes de Hollywood con más pena que gloria, forma parte de la trilogía de la venganza iniciada por Sympathy for Mr. Vengeance y que cierra Sympathy for Lady Vengeance. Gran Premio del Jurado en Cannes 2004 y premio a la mejor película en el festival de Sitges, el filme cuenta con las grandes interpretaciones de Choi Min-sik (Oh Dae-su) y Kang Hye-jeong (Mi-do), entre otros.