El hombre y su sombra

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Crítica

Walesa, la esperanza de un pueblo (2014), de Andrzej Wajda

Por

Sindicalista, presidente de Polonia, premio Nobel de la Paz, Lech Walesa es un hombre repleto de claroscuros, de pasión y compromiso, de sacrificio y arrogancia, de generosidad hacia sus compañeros y egoísmo frente a su familia.

El polaco Andrzej Wajda, director de 88 años, se pone una vez más tras las cámaras para narrar la biografía del cofundador del sindicato Solidaridad, uno de sus proyectos más personales. No es la primera vez que Walesa hace acto de presencia en la cinematografía de su compatriota. Ya en Man of Iron (1981), Palma de Oro en Cannes, el propio Walesa se interpretaba a sí mismo en la historia del obrero Maciej Tomczyk, “secuela” temática de la anterior Man of Marble. Ambas indicaban el interés del director en Solidaridad, un interés que queda patente en su nueva obra, un biopic enmarcado en una conversación que Walesa mantuvo con la periodista Oriana Fallaci poco antes de ser detenido durante un año por su labor política a principios de los 80.

Así, la vida del protagonista (interpretado por Robert Wieckiewicz) se va desmenuzando a partir de los recuerdos que le provoca Fallaci (Maria Rosaria Omaggio), curiosa por saber cómo se gestó su compromiso social y su liderazgo. Y lo que se presenta ante la cámara es un hombre que poco a poco comienza a interesarse por las injusticias sociales, a menudo a pesar de sus compromisos familiares (queda claro que sin la ayuda de su mujer Danuta, interpretada por Agnieszka Grochowska, a cargo de la casa y la educación de los seis hijos de la pareja, nada hubiese sido posible). El tono cronológico que Wajda intenta imprimirle al asunto no parece, sin embargo, ser la mejor elección, aunque intenta darle una continuidad a las acciones de Walesa. Detalles que sin embargo no acaban de encajar provocan que, al final, el espectador con una leve idea sobre la trayectoria del sindicalista tenga que acudir a Google para despejar confusiones: es compleja la descripción que se hace de la participación de Walesa en las huelgas de 1970, unas protestas que se saldaron con muertos y, según el filme, con la propuesta escrita de que Lech colaboraría con el régimen como informador, así como la fundación del propio sindicato o los diez años que transcurren entre ambas revueltas, muchos de los cuales Walesa pasa desempleado por culpa de su activismo. Además, los “recuerdos” que surgen en la conversación con Fallaci, que tuvo lugar en 1980, sobrepasan el marco cuando comienzan a contar cosas ocurridas tras ese año mientras la estructura continúa acudiendo a la entrevista.

La dificultad que comporta ordenar mentalmente lo que ocurre en pantalla y que parece ser sucesivo pero que tiene un orden más arbitrario es sólo una de las dificultades que Walesa, la esperanza de un pueblo, tiene que sortear. Así, la tendencia a ensalzar parte de la figura que se ve que provoca turbulencias, aún hoy, en la sociedad polaca (no hace mucho el antiguo político pretendía sacar a los diputados homosexuales a la calle por representar a una minoría), es otro flaco favor que se le hace a un retrato que parece querer abarcar todos los matices de la personalidad del líder pero que, de tanto dar pinceladas, se pierde.

Dice Wajda que éste probablemente haya sido el filme más complicado de hacer de su vida, y a tenor de la información que circula sobre el protagonista y lo difícil que es reducir el carisma a dos horas de celuloide, merece la pena admirar el intento.

La película es una buena forma de introducirnos en la historia de la Polonia de aquellos años y el impacto que supuso la presencia de Lech Walesa en ese contexto. Sin embargo, para una clase más didáctica sobre los acontecimientos ocurridos, es mejor recurrir a las enciclopedias. Y para un retrato ambiguo pero coherente del personaje, habría que reestructurar parte de la narración y decidirse por un marco: o bien la entrevista con Fallaci o bien las imágenes libres que forman el puzle de la personalidad del Premio Nobel. Las grandes figuras son a veces difíciles de guionizar.

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