La humanidad de la tristeza

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Crítica

En chance til (A Second Chance, 2014), de Susanne Bier

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Tengo un compañero de oficio al que le gustan todas las películas. Él a veces bromea diciendo que no tiene criterio, pero en verdad es un optimista nato y ve cosas buenas en todo. Lo cual es algo que se agradece y que espero se pegue poco a poco.

En chance til, nueva película de la oscarizada directora danesa Susanne Bier (En un mundo mejor) ha levantado odios y pasiones entre la crítica de San Sebastián, odios que la tachan de sensiblona, telefilme de sobremesa o manipuladora emocional, y pasiones que dicen de ella que es despiadada, capaz de agarrar las emociones de sus personajes e incrustárselas a la audiencia en el estómago. Lo cierto es que no deja indiferente y, como bien diría mi colega, eso es un punto a favor.

Andreas (Nikolaj Coster-Waldau) es un veterano policía, feliz en su vida doméstica de hombre casado con Anne (Maria Bonnevie) y padre del recién nacido Alexander. En una redada vuelve a encontrarse con Tristan (Nikolaj Lie Kaas), un yonqui criminal que también está emparejado, con la también adicta Sanne (Lykke May Andersen), se ha convertido en padre de un bebé. Cuando la tragedia golpea, Andreas toma una decisión comprensible pero tremenda que desencadena toda una serie de acontecimientos impredecibles.

Bier juega, como en casos anteriores en su filmografía, con los paralelismos entre ambas parejas, y con lo cruel y duro que puede llegar a ser el mundo del amor, el odio y el dolor de una pérdida. El hablar tanto de bebés y sacarlos tan prominentemente en pantalla puede tener el doble efecto de generar rechazo hacia esa supuesta manipulación emocional o ternura y entendimiento hacia lo que ocurre. La que esto escribe tiene que confesar que no lloró, como muchos otros miembros de la sala, ni se involucró personalmente con la historia y los personajes tanto como su autora pretendería, pero salió del Kursaal con la cabeza hecha un bombo. Porque de lo que habla, en carne viva, En chance til es del fin de la cordura y la enajenación momentánea que nos producen las experiencias extremas, y de cómo cualquier acto realizado en esos momentos de shock, como bien los definió Coster-Waldau en la rueda de prensa, va generando más cosas incontenibles e inexplicables. Dijo Bier, con mucha razón, que quería hacer un filme sobre la maternidad presentando a gente que no se puede definir como blanco ni como negro para mostrar cómo un terrero tan allanado para las críticas como ése no debería ser parcela para que nadie comente.

Sin embargo, y si bien es una historia sobre maternidad también, En chance til se vuelca sobre todo en el papel del padre, de los sentimientos y el cariño que el miembro masculino de la pareja tiene hacia un hijo. Como otros casos de esta Sección Oficial, la película le ofrece a Nicolaj Coster-Waldau un caramelo de personaje dolorido, sumido en la confusión y en la duda permanente.

Todo lo que se puede no sentir en este producto, o bien porque no llega al espectador, o bien porque se pasa de rosca tremendista, se pierde con todas las cuestiones que provoca en el público: quiénes somos nosotros para decir quién debe tener hijos o no, quién, de verdad, debería plantearse no tenerlos, quién considera que algo es justo porque parece materialmente mejor, quién es nadie para juzgar el luto de otra persona, qué debe sentir una madre frente a su hijo, quién debe encontrarse a sí mismo antes de traer otra vida al mundo… El chorreo de preguntas que genera es razón suficiente para dejarse llevar por esta historia triste y humana.

Bier, una de las pocas directoras a concurso, pregunta sin responder. Queda en el público abrazar la tristeza del drama y llegar más allá, a resolver, o asumir que hay dudas incapaces de ser resueltas, lo que realmente importa, la gama de los grises.

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