La inglesa

Yvonne Blake fotografiada por David Carretero

Yvonne Blake fotografiada por David Carretero

La inglesa


“En 1968 llegué a Madrid con una minifalda tan mini, tan mini que el guardia civil que me atendió se quedó patidifuso… ¡Quién me iba a decir que 44 años después iba a estar en este hermoso festival de cine recibiendo tan maravillosa distinción!” En tono distendido y con mucho sentido del humor, ya Spanglish después de tan larga convivencia, Yvonne Blake daba las gracias “de todo corazón al jurado; y a la Academia, que ha sido, es y será mi segunda casa en Madrid, algo así como mi picadero. Me siento apreciada y aceptada por todos mis colegas de profesión, y más española que Agustina de Aragón”. 

El festival de cine en el que se hacía la ceremonia de entrega del Premio Nacional de Cinematografía 2012 era el de San Sebastián – por el que Yvonne no había vuelto desde que formó parte de un memorable jurado oficial que resultó ser un luminoso  encuentro. A la espera de que empezara el acto había estado yo cavilando sobre aquel jurado de 2001, pensando en que tres de sus siete componentes ya nunca volverían. El primero en irse había sido mi querido Eloy de la Iglesia, al que compartir ese trabajo de jurado con Claude Chabrol le dio luz para el breve resto de su vida. Nunca supo que al maestro le iba a fallar fatalmente su gran corazón al poco tiempo. Y recientemente, hace apenas unos meses, murió Giuseppe Bertolucci –. Con lo cual, la imagen de Yvonne, frágil bajo los apabullantes murales de Sert que nos rodeaban en el museo de San Telmo, se me hacía muy grande y muy viva.

En un discurso jocoso y genial Yvonne Blake prometía seguir en España “por mucho que nos rescaten. Tenéis inglesa para rato”, bromeó. Y reiterando su agradecimiento por el honor añadido de ser la primera mujer no actriz en recibir el premio, constató que el galardón implica el reconocimiento de que también detrás de la cámara hay talento y buen hacer, y quiso “compartir el premio con mucho gusto y orgullo con todas las mujeres técnicas de nuestro cine”. En esto, levantó el puño y con un guiño sonriente exclamó: “Nosotras también contamos”  y cediendo el estrado al ministro Wert, susurró al micro que dejaba “claro el mensaje para quién corresponda”.

No es nada nuevo que el trabajo de Yvonne Blake sea galardonado por todo lo alto, ha recibido un Oscar y cuatro premios Goya, por de pronto. En esta ocasión recibía el Premio Nacional de Cinematografía –decidido unánimemente por el jurado– “por dedicar su actividad profesional al cine español con rigor, elegancia y creatividad, convirtiendo el vestuario en uno de los aspectos más valiosos de las numerosas películas en las que ha participado” Ella cree modestamente que no destaca sobremanera en ninguno de los tres conceptos, pero que mezclando un poco de cada uno… Y, sobre todo, es que desde siempre ha amado su trabajo, al que echa muchas horas y  mucho cariño, tanto si hay presupuesto como si no, si la película es pequeña o grande, si el director tiene un Oscar o solo un diploma de la Facultad de Ciencias de la Información; le da igual que sean noveles siempre que la historia sea buena; de la gente joven y de sus ideas se aprende mucho.

Mucho oficio, muchas tablas. Ya a los 16 años ganó una beca para estudiar arte, diseño y escultura en Manchester, pero se aburría, así que se fue a Londres y se presentó con su portafolio en la legendaria casa Bermans, creadora de vestuarios memorables, entre ellos el de Cleopatra. Al ver sus bocetos, le ofrecieron un puesto como ayudante de Cynthia Tingey, la diseñadora estable de la casa y creadora del vestuario de estrellas de cine. Desde entonces sigue utilizando el mismo papel y las mismas pinturas que aquella, a pesar de diferir mucho sus estilos:“Me influyó mucho lo rigurosa que era ajustándose a las telas de la época que hubiera que diseñar.”– También ayudó a Cecil Beaton, cuando preparaba el vestuario de “My Fair Lady” en el Covent Garden. “En aquella época yo fui como una esponja, lo absorbía todo. Es la mejor educación que pude tener”. 

Así que para cuando aquella Yvonne de la minifalda dejó con los ojos a cuadros al guardia civil, ya había vestido a Sophia Loren para Judith (1966. “La Venus de la ira” en España),película sobre un relato de Laurence Durrell, rodada en Israel y dirigida por Daniel Mann, con la que despegó su carrera en el cine. Para entonces ya derrochaba recursos: convenció a la Loren para que la acompañara al ‘kibbutz’ que había cerca del rodaje, y de la zarrapastrosa lavandería que allí había sacaron la mayor parte del vestuario. Claro que ella “tenía un cuerpo 10 y cualquier trapito le quedaba como a dios”.

Desde entonces, Yvonne Blake ha creado el vestuario para metamorfosear en personajes de película a Marlon Brando, Ava Gardner, Robert de Niro, Sean Connery, Elizabeth Taylor, Anthony Hopkins, Julie Christie, Geraldine Chaplin, Michael Caine …se prolonga la lista, son 56 las películas para el cine en las que ha trabajado, podría llenar volúmenes con anécdotas. Pero ella asegura no ser  mitómana y generalmente disfruta más riéndose con la peluquera o con la  script que con la mega estrella de turno. Sin embargo, haciendo repaso de excepciones memorables recuerda, por ejemplo,  a una Audrey Hepburn encantadora. “Me invitó a comer en su casa de Suiza para enseñarle los bocetos de “Robin y Marian”. Nada más conocerla nos estábamos contando toda clase de confidencias. Fue una pena tener que vestirla de una forma tan basta para la película, aquello era muy distinto a los vestidos que le hizo Givenchy –mi gran inspiración en el cine– para “Una cara con ángel”…” Luego, durante  el rodaje en Tudela, con un frío que pelaba, la actriz se refugiaría en vestuario, sección ‘tea room’, para calentarse y compartir marujeo.  “Yo creo que el actor no tiene que inspirarte; su personaje sí. El actor tiene que ‘provocarte’, obligarte a buscar ‘su lado’, su percha, hasta encontrar la perfecta simbiosis con el personaje y conseguir desaparecer”.

La razón de aquella llegada de Yvonne a España en 1968, era el rodaje de “Talento por amor”, de Richard Quine. Apenas sabía hablar castellano, y  un tipo guapísimo, entonces ayudante de dirección, llamado Gil Carretero, la acompañaba como traductor –dice ella que no muy ducho en tecnicismos sobre telas y vestuario– para ayudarle a explicar los figurines. Un día la invitó a comer una paella, se enamoraron, se casaron, y hasta hoy, con un hijo, hombre de cine tras la cámara, y dos nietos a los que adora.

Fue por entonces (1970) cuando Sam Spiegel la buscó para ofrecerle hacer el vestuario de “Nicolas y Alejandra”, que dirigiría Franklin Shafner, una producción muy grande, y una gran responsabilidad que la hizo llorar lo suyo –“Sam Spiegel era un hombre brillante que trataba mal a todo el mundo, hasta a Lawrence Olivier, que ya tenía carácter”, cuenta ella–. Luego la película fue nominada al Oscar . Yvonne viajó a Los Angeles porque su padre se empeñó en que lo hiciera, y fue la primera sorprendida al oir su nombre como ganadora. “No lo esperaba ni por asomo, y menos estando en competición Piero Tosi –figurinista de “Muerte en Venecia”–, que era mi ídolo”. Subió al escenario con aplomo y obediente a las instrucciones recibidas fue breve en su agradecimiento: “Si no fuera por la revolución rusa yo no estaría ahora aquí” dijo, y todos se rieron.

Yvonne Blake con Audrey Hepburn en el rodaje de “Robin y Marian” (1976) dirigida por Richard Lester

En los siguientes cuarenta años no ha cesado de trabajar, concienzuda, escrupulosa, exigente con la calidad y autenticidad de los tejidos, fiel a  personajes y a directores –véase el enorme recuento de figuras notables, inglesas, americanas y sobre todo del cine español con las que ha colaborado –, siempre con la  película como objetivo final. En fin, reconocida a los cuatro vientos como una notable profesional, para orgullo de los vecinos de su pueblo, Miraflores de la Sierra, ufanos de tener entre ellos, tan famosa y tan cercana, a la inglesa, como la siguen llamando. Y así se llama también su casa, bien plantada en un alto. En el ático tiene Yvonne su reino de telas,libros y dibujos, donde al inicio de un proyecto mete las primeras horas de papel y lápiz ante la mirada plácida de la perra Knickers, ya ancianita. –Un día  en que yo estaba allí de visita, Knickers, que entonces era joven, se perdió por el pueblo y la buscamos por las calles gritando Knickers, Knickers. Seguramente  los vecinos no sabían que knickers en castellano quiere decir “bragas”, si no, quizás a alguno le habría parecido una  gamberrada semejante vocerío–.

Este último año Yvonne lo ha pasado sumergida en la creación de más de cien trajes para una obra que acaba de salir a la luz. Se trata de “El último jinete”, una historia de magia y fantasía basada en una leyenda árabe del desierto que se ha estrenado en Los Teatros del Canal de Madrid con mucho ringorrango, para un público abundante en sangre azul y ministros varios de España y Arabia Saudi, país que ha aportado el capital que ha permitido financiarlo. El musical, con libreto de Ray Loriga y música de Albert Hammond, John Cameron y Barry Mason, es un espectáculo muy bello. Permanecerá en Madrid unas semanas, un tiempo de valioso ensayo para su posterior puesta en escena en Londres. Yvonne Blake vuelve a su cuna profesional con un trabajo espléndido, precioso.

Filmografía Seleccionada

  • La Venus de la Ira (Judith, Daniel Mann, 1966)
  • Farenheit 451 (François Truffaut, 1966)
  • Duffy ( Robert Parrish, 1968)
  • El último valle (The Last Valley, James Clavell, 1971)
  • Nicolás y Alejandra (Nicholas and Alexandra, Franklin J. Schaffner, 1971)
  • Jesucristo Superstar (Jesus Christ Superstar, Norman Jewison, 1973)
  • Los tres mosqueteros (The Three Musketeers, Richard Lester, 1973)
  • Los cuatro mosqueteros (The Four Musketeers, Richard Lester, 1974)
  • Robin y Marian (Robin and Marian, Richard Lester, 1976)
  • Superman (Richard Donner, 1978)
  • Bearn o la sala de las muñecas (Jaime Chávarri, 1983)
  • Remando al viento (Gonzalo Suárez, 1988)
  • Don Juan en los Infiernos (Gonzalo Suárez, 1991)
  • Looking for Richard (Al Pacino, 1996)
  • Carmen (Vicente Aranda, 2003)
  • El puente de San Luis Rey (Mary McGuckian, 2004)
  • Tirante el Blanco (Tirant lo Blanc, Vicente Aranda, 2006)
  • Los fantasmas de Goya (Goya’s Ghosts, Milos Forman, 2006)

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