Critica
Invencible (Unbroken) (2014), de Angelina Jolie
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Louie Zamperini tuvo una de esas vidas que casi no sirven para el cine, porque aunque la veracidad de lo ocurrido se puede corroborar, la verosimilitud se ve desafiada con cada acontecimiento. El recientemente fallecido italoamericano vio reconducida su rebeldía juvenil cuando su hermano la puso al servicio del atletismo, convenciéndole de que sería grande corriendo. Dueño de un portentoso sprint final y una fuerza mental a prueba de bombas, el atleta olímpico Louie se alistó en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial y fue enviado al Pacífico como bombardero en un avión. En una misión de rescate, el aparato falló y todos sus tripulantes acabaron en el mar, la mayoría muertos. Zamperini y dos compañeros resistieron con sus facultades puestas a prueba constantemente. Tras mes y medio a la deriva, comiendo pescado crudo, gaviotas, bebiendo agua de lluvia y enfrentándose a los tiburones, los supervivientes fueron “rescatados”. Por los japoneses, que les internaron en campos de concentración.
Zamperini el de verdad, el ser humano agazapado tras el personaje, falleció el verano pasado tras ver un primer montaje de la película y tras haber vivido mucho más de lo que se expone en el filme. En su vuelta a casa tras el fin de la guerra, Louie tuvo que luchar contra un síndrome del estrés postraumático de caballo y, al final, consiguió vivir una existencia en paz, regada por la fe evangelista que compartía con su mujer y que le permitió devolver a Dios aquello que él creía que se le había regalado en su desafortunada juventud: una segunda oportunidad.
Invencible es una historia puramente física, en donde se cuenta el esplendor de un cuerpo y su progresiva descomposición. Un atleta olímpico en la plenitud de su carrera, un tipo que utiliza su fuerza para desarrollarse mentalmente, tiene que aprender a desenganchar la cabeza e intentar mantenerse cuerdo cuando las piernas no le responden (porque es imposible que lo hagan en ciertas condiciones). Jack O’Connell, intérprete al que casi no se ha visto en España pero que tiene pendiente de estreno 71 (16 de enero) y Starred Up, se echa encima la totalidad del filme, haciendo que las oscilaciones de peso importen menos que una mirada desviada o una mandíbula tensa, en una actuación más que notable que mezcla oficio con carisma. Igualmente, se agradece la presencia del siempre bienvenido Domhnall Gleeson, ahora de rubio, en un papel secundario pero que logra mantener a tono la humanidad por la que, en principio, Zamperini era tan apreciado.
Angelina Jolie, en su segundo trabajo tras las cámaras tras En tierra de sangre y miel, demuestra que además de actriz (y buena, cuando el material lo merece) es una directora solvente que puede encargarse de una historia épica y sacarla adelante. Que un relato tan puramente masculino (los personajes femeninos se limitan a la madre y las hermanas del protagonista) haya sido dirigida por una directora de cine indica que algo está cambiando en la industria y que ésta cada vez confía más en mujeres para manejar grandes presupuestos, importantes producciones y repartos amplios. O que vuelve a confiar, si tenemos en cuenta que el meollo de la cuestión lo manejaban las chicas allá por los inicios del siglo XX.
El perfil de Louie es, como mencionábamos antes, interesante e intrigante hasta el punto de lo casi inverosímil. Sin embargo, se echa de menos en este biopic algo más de humanidad en Zamperini, algún fallo, algún momento de debilidad, algo que indique lo real que es. Lo cual enlaza con otro asunto mencionado: el final de la historia. Aunque Louie regresa a casa y eso le proporciona el broche al filme, mucho de lo ocurrido después forma parte de la historia, y una se pregunta si no hubiese sido conveniente acortar las torturas japonesas a favor de mostrar que tanta resistencia, tanto poderío, tanto esfuerzo mental, pudieron con él en el epílogo, aunque más tarde se recuperase. Mostrándole como alguien más terrenal, menos superhombre, el guión (coescrito por los hermanos Coen, Richard LaGravenese y William Nicholson) hubiese ganado en empatía aunque sacrificase algo de la admiración que genera su persona. Y ya puestos, podían haberse ahorrado alguna de esas frases que parecen hechas para el trailer (“un momento de sufrimiento bien vale un reconocimiento de por vida”, por ejemplo).
Hay pocas historias épicas como Invencible y, en cierto modo, parece que verlas exige un nivel de inocencia que ya no todos tenemos, ni como espectadores, ni como ciudadanos, ni como sociedad. Sin embargo, cuando una narración merece ser contada, como la vida de este tipo, hay que abrazarla sin rastro de cinismo y aprender de la resistencia de alguien que, cuando se vio cara a cara con el peligro, la tensión y la tortura, se mantuvo íntegro. El héroe es esa persona que hace cosas que parecen imposibles porque no ve posible hacer lo contrario. Y se puede discutir que Zamperini fue incluso más heroico manteniendo el espíritu de sus compañeros de balsa a flote que resistiendo individualmente los abusos a los que le sometió el director del campo de concentración japonés. Tal vez es bueno que en esta época de propósitos recordemos a gente así. Feliz Navidad.