La sequedad del narcotráfico

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Crítica

Sicario (2015), de Denis Villeneuve

Por Claudia Lorenzo

Denis Villeneuve nunca ha sido un tipo dado a esconderse de la oscuridad que nos rodea. Con un estilo seco pero honesto, ha dedicado parte de su cine a mostrar la cara más fea del ser humano sin juzgar, con voluntad de presentar los hechos que existen, que son hoy en día parte de una realidad. Incendies o Prisioneros así lo dejaban claro. Tras presentar ésta última, y Enemy, en la edición número 61 del Festival de San Sebastián, vuelve con su nuevo filme, Sicario, a la ciudad donostiarra, a un certamen que acoge y respeta su cine.

Hace algunos años, el documental The House I Live in mostraba el gran problema que Estados Unidos tiene con el mercado de la droga y como su “guerra”, librada a ambos lados de la frontera con México, no está arreglando la situación. Sicario limita su foco a un grupo de personas encargadas de hacer cumplir la ley que, para intentar controlar a los carteles mexicanos que operan en tierra americana, se ven obligadas a utilizar métodos alejados de lo formal. Kate (Emily Blunt) es una agente del FBI especializada en operaciones de rescate de rehenes. Debido a su historial, Matt (Josh Brolin) le pide que colabore con una fuerza especial que él, desde el Departamento de Defensa, está dirigiendo para atacar a los verdaderos responsables de los asesinatos y brutalidades cometidas en nombre del narcotráfico. Su mano derecha, Alejandro (Benecio del Toro), un hombre tan misterioso como implacable, es el encargado de guiar a Kate por los intrincados caminos de esa lucha.

Taylor Sheridan, actor que debuta como guionista con Sicario, desarrolla unos personajes limitados a un tiempo y un lugar en el que no se necesita decir nada más que lo dicho. Sabemos poco de Kate, nada de Matt e intuimos algunos detalles de la vida de Alejandro. Esa oscuridad en la que vive el espectador, que no puede intentar agarrarse al pasado de sus personajes para justificar sus decisiones (más que en un caso tremendamente concreto), sirve para hacer constar la dureza del mundo en el que se sumergen y lo irrelevante de tener vidas al margen de ese mundo. Obsesionados por cuerpos decapitados, emparedados, quemados o brutalmente torturados, Kate, Matt y Alejandro son tres vértices de un triángulo que no se basta con él mismo para atacar el problema, pero que requiere de la solidez interna necesaria para funcionar. Son los ojos de Blunt, novata a la hora de ir a Juárez y saltarse la ley a la torera, los que llevan de la mano a la audiencia por todas las posibles ramificaciones del problema del narcotráfico. Y son sus ojos, aterrorizados, bravos, decididos o decepcionados, los que muestran las idas y venidas a las que sus compañeros la someten para conseguir aquello que quieren de ella.

Kate, un personaje ya comparado con la Maya de Jessica Chastain en Zero Dark Thirty (sobre todo por su sequedad y la escasez de este tipo de protagonistas femeninos), se revela como una mujer interesante de seguir pero cuya trayectoria resulta frustrante. Real pero tremendamente compleja, Kate no es Maya, porque las circunstancias nunca le permiten ser ella misma, hacer su trabajo y seguir sus propias instrucciones. Siguen siendo sus ojos, su mirada, los que nos hacen saber que, por mucha voluntad de cambio que exista, el problema es tan profundo, tiene tantos brazos y es tan insensible que encontrar una solución va a ser difícil. Emily Blunt, una actriz increíble que poco a poco se va posicionando como una de las mejores intérpretes de su generación, encarna aquí a una mujer introspectiva, obsesionada con la justicia y tenaz, pero también le pone cara a la impotencia que supone saber que no tiene poder para controlar los asuntos como ella quisiera.

Nunca ha sido Denis Villeneuve un tipo que huya de la crudeza. Con Sicario vuelve a dejarlo claro en escenas duras pero imparciales, en donde la muerte se sucede y mira a cámara diciendo “así es la vida en esta parte del mundo”. No quiere necesariamente hacernos lamentar la situación de aquellos que viven con una banda sonora de disparos como acompañamiento diario, pero tampoco quiere mantenernos en la ignorancia. Como en todo su cine, Villeneuve nos deja clara, una vez más, la necesidad de que estemos informados de lo que ocurre en el mundo. Aunque sea tan desgarrador como en Incendies, tan comprensiblemente trágico como en Prisioneros o tan brutal como en Sicario. Es lo que hay. 

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