
Colin Farrell y Rachel Weisz
Crítica
Amor y soledad
Por Pablo Álvarez
Las relaciones sentimentales constituyen un tema universal que ha inspirado a grandes cineastas tan dispares como Ingmar Bergman, Woody Allen o Wong Kar Wai. Siguiendo esta estela, el realizador Yorgos Lanthimos ha ideado para su debut en lengua inglesa una alegoría sobre la búsqueda del amor en la sociedad del siglo XXI, logrando una obra tan inclasificable como sus anteriores trabajos.
La trama nos sitúa en una realidad alternativa, en la que los solteros son llevados a un hotel en calidad de presos. Si en un periodo de cuarenta y cinco días han sido incapaces de encontrar pareja, serán transformados en un animal de su elección.
El director griego empezó a llamar la atención internacional con su segundo largometraje, la desconcertante y estimulante Canino. A ésta le seguiría la igualmente extraña Alps, remarcando un sentido estético y narrativo identificable, que se muestra completamente definido en su nuevo film. Y es que a pesar de que los títulos que componen su filmografía se han distanciado argumentalmente entre sí, todos muestran la intención del realizador de transgredir las convenciones establecidas sobre el comportamiento humano. De este modo, si Canino (2009) suponía una sátira oscura sobre el patriarcado y la estructura familiar y Alps (2011) hablaba sobre el reemplazo de los seres queridos para superar el dolor de su pérdida, su última película refleja la frustración que conlleva sentirse obligado a buscar pareja.
Lanthimos y el guionista Efthymis Filippou construyen un relato que funciona como una metáfora sobre la presión a la que nos somete una sociedad cada vez más condicionada por la imagen que ofrecemos exteriormente, que deriva en unas relaciones superficiales e impostadas. En una época en la que las redes para conocer gente están a la orden del día, la cinta ofrece una acertada lectura sobre la sensación de fracaso que implica la soledad. El film plantea dos partes diferenciadas: una que transcurre en el mencionado hotel y otra que sucede en un bosque. Ambas sirven para demostrar que independientemente del entorno, siempre nos encontramos en la situación de supeditarnos a las imposiciones aceptadas por la mayoría. El director explora temas similares a los que mostraba la reciente Her, pero allí donde el film de Jonze entreveía un atisbo de esperanza a pesar de su tono melancólico, la película de Lanthimos resulta bastante nihilista en cuanto a sus planteamientos.
No obstante, el cineasta opta por filtrar la amargura inherente al relato, a través de un sentido del humor negrísimo con el que consigue arrancar carcajadas en instantes que no deberían resultar cómicos. Esto se aplica al patetismo que caracteriza a los personajes del film, abocados al más rotundo de los fracasos en su empeño por sentirse aceptados. El comportamiento apático y los peculiares matices que muestran todos ellos, quedan perfectamente representados gracias un plantel liderado por un comedido Colin Farrell, transformado físicamente para ofrecer la imagen que requiere el papel. Rachel Weisz, Léa Seydoux, John C.Reilly y Ben Whishaw completan el excelente reparto.
A pesar de seguir insistiendo en un cine aparentemente hermético y difícil de enmarcar en un determinado género, la última obra de Lanthimos supone una incisiva e inteligente mirada hacia la sociedad actual, que termina resultando tan divertida como inquietante. Una magnífica cinta trascendente por su temática y especial por su peculiaridad, con la que el director se consolida como uno de los autores más interesantes del reciente cine europeo.
Título original: The Lobster
Duración 118 min.
País: Grecia
Director: Yorgos Lanthimos
Guión: Efthymis Filoppou, Yorgos Lanthimos
Fotografía: Thimios Bakatakis
Reparto: Colin Farrell, Rachel Weisz, Jessica Barden, Olivia Colman, Ashley Jensen, Ariane Labed, Angeliki Papoulia, John C. Reilly, Léa Seydoux, Michael Smiley, Ben Whishaw, Roger Ashton-Griffiths, Rosanna Hoult, Heidi Ellen Love