Make Money
Por Luis Perdices de Blas
Mencionar a la Iglesia de la Cienciología inmediatamente nos trae a la cabeza el nombre de famosos actores como Tom Cruise y John Travolta, así como dinero y éxito, algunas actividades turbias denunciadas por antiguos seguidores, incluso desapariciones misteriosas, lavado de cerebros y, por supuesto, Hollywood, aunque la Iglesia esté implantada en diferentes zonas de Estados Unidos y del resto de mundo. Algunos opinan que no es una religión, sino una secta, y otros una organización comercial constituida en grupo de presión con el objeto de hacer dinero. Sin olvidarse de aquellos que afinan un poco más y señalan que es una terapia “new age” blandengue y sublimada que reniega de los psiquiatras.
La Cienciología posee grandes propiedades inmobiliarias – que sólo en Hollywood están valoradas en 400 millones de dólares- y verdaderos complejos urbanísticos como el de Florida que incluye desde bancos a escuelas pasando por hoteles. Compran edificios alrededor del planeta que en la mayoría de los casos son verdaderos tesoros arquitectónicos. Incluso han construido refugios antinucleares en lugares desconocidos para el común de los mortales. Los derechos de autor de los libros de su fundador rinden copiosos beneficios y las donaciones de sus miembros son cuantiosas. Por si no fuese poco esta riqueza goza de privilegios fiscales en algunos países como Estados Unidos.
Hay un cierto misterio sobre la Cienciología que sus miembros no contribuyen a desvelar. Recientemente la película The Master (2012) de Paul Thomas Anderson, protagonizada entre otros por Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman, ha intentado aproximarse al tema, pero ha sido el periodista de investigación Lawrence Wright – especializado en asuntos religiosos, colaborador del New Yorker y ganador de un premio Pulitzer- quien ha escrito un ensayo documentado con los testimonios de algunos de los que han abandonado esta Iglesia. Una pieza básica para construir su hilo argumental ha sido Paul Haggis, ganador de más de un Oscar como director y guionista por Crash (2005) o Million Dollar Baby (2004), y que abandonó el credo por su defensa de los derechos de los homosexuales. A pesar de ser un ensayo construido con los testimonios de los que han abandonado el credo ante el silencio de sus seguidores, el libro contiene pistas sobre esta nueva religión, o lo que sea. Nos acerca a la Iglesia a través de su fundador, sus conexiones con Hollywood y las vicisitudes que han padecidos algunos de los que la han abandonado. Asimismo, está bien escrito lo que hace que en ningún momento resulte su lectura farragosa o aburrida.
La Cienciología es en esencia un batiburrillo de terapias, Freud (aunque reniega públicamente de los psiquiatras) y novelas de ciencia ficción.
En primer lugar, hace una aproximación al fundador y a las principales directrices marcadas por el mismo que está muy alejada de la que se puede encontrar en las páginas oficiales de la Cienciología de los diferentes países en los que está implantada (véase, a modo de ejemplo, el vídeo sobre el perfil biográfico de su fundador en la web española: www.scientology-madrid.es/). Todo empieza más o menos con la publicación de Dianetics: The Modern Science of Mental Health por L. Ron Hubbard en 1950, que ha vendido millones de copias en todo el mundo. Lo que en un principio fue una simple terapia del estilo de un manual de autoayuda se convirtió con cierta rapidez en una religión, aunque no todos estén de acuerdo con esta calificación. Wright no se enreda en este tema tan complicado y opta por los hechos. Al final, es la agencia tributaria (Internal Revenue Service) la que dicta qué es una religión. Las organizaciones religiosas tienen privilegios fiscales y, tras un largo proceso, la Cienciología goza de ellos por lo menos en Estados Unidos y, por lo tanto, allí es una religión. En cambio, en Europa, sobre todo en Francia, ha tenido numerosos problemas para su establecimiento.
La Cienciología es un batiburrillo de terapias, Freud (aunque reniega públicamente de los psiquiatras) y ciencia ficción. Como otras religiones, tienen “sacerdotes” (la “Sea Organization”). No tiene un mesías, aunque lo más próximo a él es su fundador Hubbard. Wright no le niega méritos, imaginación y talento, pero lo que queda tras su análisis es la imagen de una persona estrambótica, por decirlo de una forma suave. Muestra un Hubbard desequilibrado, maltratador, seudocientífico, mujeriego, bígamo, homófobo, misógino y que coqueteó con el alcohol y las drogas. Se quejó en una ocasión de que, en una vida pasada en este planeta Tierra (sic), Maquiavelo le robó la célebre frase “el fin justifica los medios”. Incide en su veta de militar de medio pelo y, sobre todo, de novelista de ciencia ficción.
La Cienciología fomenta el secreto y proyecta la sensación de pertenecer a un grupo pequeño, selecto y de éxito.
Precisamente la ciencia ficción para el fundador no solo fue una ocupación lucrativa y entretenida, sino una profecía. La doctrina de la Cienciología, según la Wikipedia, mantiene que “Xenu era el dictador de la Confederación Galáctica, que hace 75 millones de años trajo miles de millones de personas a la Tierra en naves espaciales parecidas a aviones DC-8. Seguidamente, los desembarcó alrededor de volcanes y los aniquiló con bombas de hidrógeno. Sus almas se juntaron en grupos y se pegaron a los cuerpos de los vivos, y aún siguen creando caos y estragos”. La Cienciología a través de sus terapias libera a esas almas en pena y elimina todo lo que no le permite al ser humano desarrollarse (“La Dianética despierta a la gente”). En pocas palabras, toda una verdadera tecnología de la espiritualidad con una retórica cinematográfica al más puro estilo Start Wars.
Al pelirrojo fundador – su color de pelo creía que era una señal providencial- se le puede aplicar el mismo comentario que le hizo con cierta ironía Voltaire a Rousseau, hay que recordar que este fue el gran defensor de la infancia en sus voluminosos ensayos pero al mismo tiempo enviaba a todos sus hijos al orfanato: “Sr. Rousseau sus principios son loables, pero resulta muy difícil vivir a la altura de los mismos”. Hubbard convirtió una terapia en religión y en algunas ocasiones declaró sin pudor “Quiero fundar una religión, ahí es donde está el dinero” y todo ello adornado de espiritualidad, dictadores interplanetarios y tratamiento seudocientíficos.
En segundo lugar, Wright trata de las conexiones de la nueva religión con Hollywood. Este credo de éxito, dinero y famosos tenía la tierra abonada en Los Ángeles, que siempre ha sido receptiva a las nuevas fes. El fundador y sus seguidores sabían que Hollywood, con su poder mediático, sería una buena plataforma para lanzar la nueva religión y apropósito han utilizado a famosos, ya fueran actores, directores o guionistas, para expandirse. En esta sección hay muchos cotilleos sabrosos y entretenidos de estas estrellas y, sobre todo, se concentra en Cruise – y en sus mujeres y novias, entre las que se encuentran Mimi Rogers, Nicole Kidman, Penélope Cruz y Katie Holmes- y Travolta, así como en músicos como Isaac Hayes o Chick Corea.
La tercera parte del libro se centra en la presión que la Iglesia de la Cienciología ejerce sobre aquellos que quieren abandonarla. Un dato que hay que retener es que, aunque los miembros de la Cienciología estén aumentando, son pocos, están concentrados en Los Ángeles y sus líderes tienen una inmensa capacidad para controlarlos. Se estima, a través de las donaciones a la Iglesia, que hay unos ocho millones en todo el mundo. Al leer este dato me viene a la cabeza las teorías del ya fallecido economista estadounidense Mancur Olson, quien se planteó en los años sesenta la cuestión de por qué un grupo grande tiene dificultades en alcanzar sus objetivos deseados por todos sus miembros y, en cambio, los grupos pequeños suelen tener éxito en las empresas que emprenden. Los grupos grandes no suelen triunfar en sus propósitos porque aquellos que pertenecen al mismo perciben una fracción pequeña del beneficio y tienen incentivos para no trabajar en la tarea asignada. En resumidas cuentas, cualquiera se puede escaquear sin ser percibido. Cuanto más grandes son los grupos mayores serán los costes de organización y, por lo tanto, de supervisión de lo que hace cada uno de sus miembros. En los grupos pequeños, en cambio, cada individuo puede ver con facilidad el beneficio que puede percibir y, además, hay un mayor control para que cada uno asuma los costes en forma monetaria o de trabajo. Quien no trabaja o no contribuye monetariamente a la organización puede ser identificado, reprimido, amonestado e incluso expulsado con facilidad. En esta simple explicación puede radicar la clave del éxito de esta nueva religión.
La Cienciología fomenta el secreto y proyecta la sensación de pertenecer a un grupo pequeño, selecto y de éxito. Sin negar que muchos fieles pueden obtener satisfacciones espirituales, su actual líder David Miscavige – quien se parece físicamente y adora a Tom Cruise- ejerce un estricto control sobre sus seguidores: “You don´t have any money: You don’t have job experience. You don’t have anything. And he [Miscavige] could put you on the streets and ruin you” (“No tienes dinero. No tienes experiencia laboral. No tienes nada. Y él [Miscavige] puede dejarte tirado en la calle y arruinarte”). Los que llegan a Hollywood para triunfar en los glamurosos estudios cinematográficos se pueden ver atraídos por lo que les ofrece la organización en la que militan afamados directores, guionistas y actores (una auténtica red de influencias en la sombra), aunque en un primer momento no sean conscientes de los problemas que acarrea abandonar la misma. Casi se puede conseguir antes un papel en una película gracias a la Cienciología qué esperando ser descubierto en un casting o en la barra de un bar. Los que carecen de dinero tienen que pagar cantidades astronómicas por los cursos que han recibidos si deciden abandonar y, como consecuencia, quedan atrapados. Lo que se han criado en el seno de la Iglesia no tienen otra vida. Los famosos y ricos temen que se revelen asuntos relacionados con su sexualidad, como en el caso de Cruise o Travolta.
Los “auditores” son una pieza clave en todo el entramado de la organización. Son aquellos que ayudan a los nuevos miembros en su camino de superación de sus limitaciones y les ayudan a emanciparse de las leyes de la materia, energía, espacio y tiempo (sic), pero de hecho facilitan el camino al líder para controlar hasta el último miembro de la organización y son responsables ante el jefe de las actuaciones para bien o para mal de sus pupilos. Mientras algunos discuten si es una religión, secta u organización empresarial, la Cienciología crece pero manteniendo un estricto control sobre sus fieles para que su aumento de tamaño no reste capacidad para obtener sus objetivos espirituales y materiales (“MAKE MORE MONEY. MAKE OTHERS PRODUCE SO AS TO MAKE MONEY”/”HAZ DINERO. HAZ QUE OTROS PRODUZCAN PARA HACER DINERO”). El poder del líder, los auditores y las dificultades para abandonar la organización son las claves de su triunfo y expansión. En suma, lo que nos viene a decir Wright es que aquellos que han visto la trilogía de El Padrino no tienen que acudir a las sesudas teoría del economista Olson para saber de qué va “la cosa”.■
Lawrence Wright, Going Clear. Scientology, Hollywood & the Prision of Belief, New York, Alfred A. Knopf, 2013
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