Marvel vs DC: La eterna lucha

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Capitán América: El soldado de invierno

Por Pablo Álvarez

La semana pasada se estrenó Los Vengadores 2: La Era de Ultrón, la esperada continuación de uno de los mayores éxitos de taquilla de la historia. A juzgar por los primeros datos de recaudación, Marvel Studios ha conseguido dar forma a un nuevo triunfo que les reportará cuantiosos beneficios y reafirmará que la fórmula que llevan usando hasta ahora funciona de manera infalible. Pero al margen del indiscutible éxito comercial del film, al analizarlo como producto cinematográfico encontramos numerosas diferencias respecto a su rival directo en lo que a adaptaciones de cómics al cine se refiere: Warner Brothers-DC. Probablemente gran parte del público que asista a las salas a ver las superproducciones protagonizadas por estos héroes sea incapaz de distinguir a qué compañía pertenece cada uno, pero para algunos aficionados se han establecido dos bandos con sus respectivos defensores a ultranza y sus implacables detractores.

Aquellos que lleven leyendo cómics toda la vida, mucho antes de que pudieran encontrarse en cualquier gran superficie, recordarán la odisea que suponía hacerse con merchandising de nuestro personaje favorito. Hoy en día basta con acercase a una tienda de moda al azar para encontrar numerosas prendas con la efigie de Batman, Superman o Iron Man. Nos guste o no, los cómics ya no son esa afición que resultaba especial, precisamente por lo infrecuente que era encontrar a gente que realmente disfrutara de su lectura, siendo un hecho innegable su masificación en la actualidad. El principal motivo de que esto ocurra lo encontramos en el éxito de estas adaptaciones. Muchos pensaban que la proliferación de títulos de este tipo en las salas sería una moda pasajera que acabaría antes o después. Sin embargo, si establecemos que el éxito actual de estas producciones se inició con la primera entrega de X-Men (2000), dirigida por Bryan Singer -aunque muchos consideran que a esta le precedió el buen funcionamiento de Blade (1998), estrenada dos años antes- hay que tener en cuenta que se trata de una cinta de quince años de antigüedad. Consecuentemente, se puede afirmar que las adaptaciones de cómics constituyen a estas alturas un género en sí mismo perfectamente asentado.

La sustitución de un director con un estilo tan peculiar como Edgar Wright (Scott Pilgrim) por otro mucho menos personal como Peyton Reed (Abajo el amor) para hacerse cargo de Ant-Man (2015) sirvió para demostrar que el plan de Marvel no casa con aquellos realizadores que intenten aportar su propia visión a sus producciones.

Lejos quedan los tiempos en los que, salvo honrosas excepciones como el Superman (1978) de Richard Donner o el Batman (1989) de Tim Burton, el fan tenía que contentarse con películas de dudosa calidad, cuando no directamente mediocres. En la actualidad han pasado a ser producciones de primer nivel presentando un gran despliegue de medios, con actores y realizadores de renombre involucrados en las mismas. No obstante, las distintas cintas que han ido llegando a la cartelera han demostrado que existen dos formas diferentes de plantear los mismos temas. Por un lado encontramos las producciones de Marvel Studios, orientadas hacia un target muy amplio, al estar desarrolladas con la finalidad de divertir a todo tipo de audiencias; y por otro las de DC, más interesadas en profundizar en cuestiones orientadas hacia el público adulto. Ambas son perfectamente válidas y defendibles y ninguna olvida que los factores de entretenimiento y espectacularidad deben estar presentes.

ManOfSteel

El Hombre de Acero

Sin embargo al establecer un paralelismo a la hora de abordar cuestiones similares, podremos comprobar los distintos enfoques que las distinguen. Si comparamos los clímax de Los Vengadores (2012) de Marvel y El Hombre de Acero (2013) de DC, encontraremos algunas similitudes: los héroes o el héroe deberán hacer frente a una amenaza alienígena, librando una batalla en una gran ciudad, mientras se producen inevitables daños colaterales. Mientras en la primera se transmite un espíritu festivo en el que los Vengadores derrotan a sus enemigos entre bromas y comentarios ingeniosos, con un instante especialmente hilarante entre Hulk y Loki, en la segunda se acentúa más el sentimiento de tragedia, con Superman enfrentándose en un combate a muerte contra Zod quien, cegado por el odio, ha prometido exterminar a toda la raza humana. Resulta bastante significativo que surgieran críticas respecto a la cantidad de víctimas que perecían durante el clímax del film de DC, cuando el nivel de destrucción que se muestra es equivalente al de la película de Marvel. El motivo de que en uno se evidencie más que en el otro se debe a los diferentes tonos empleados en ambas. Mientras El hombre de acero enfatiza el dramatismo del enfrentamiento, en Los Vengadores todo resulta mucho más liviano, restándole gravedad al caos en favor de la diversión. Esto también ejemplifica de manera bastante clara las distintas intenciones de cada estudio al desarrollar sus proyectos.

Al contrario de lo que el espectador neófito podría pensar, estas diferencias entre las dos compañías no están tan marcadas en el material de base que sirve como fuente de inspiración. A lo largo de los años, Marvel Comics ha publicado innumerables historias cuyo planteamiento podría llegar a considerarse directamente transgresor, como son La última cacería de Kraven (1987) o El demonio en la botella (1979). Ésta última abordaba el problema de alcoholismo que sufría Tony Stark/Iron Man, algo que se ha tratado en el cine de forma muy tangencial, temiendo que el público destinatario de estas películas pudiera encontrarlo inapropiado. En contraste, las adaptaciones de DC suelen plantear situaciones controvertidas, en las que se llega a cuestionar la moralidad del héroe situándolo ante un conflicto en el que se pondrán en entredicho sus valores, como demuestran cintas como El Caballero Oscuro (2008) o la citada El Hombre de Acero. Estas características son las que suelen esgrimir los aficionados de cada estudio a la hora de criticar o de alabar las virtudes de sus producciones. Mientras unos consideran que el humor de las cintas de Marvel resulta excesivo, hasta el punto de restarle cierta épica a determinados momentos, otros creen que la sobriedad de las películas de DC acaba por resultar demasiado solemne.

Otro aspecto que resulta menos opinable es la política que utiliza cada estudio a la hora de escoger a los responsables de sus proyectos. La sustitución de un director con un estilo tan peculiar como Edgar Wright (Scott Pilgrim) por otro mucho menos personal como Peyton Reed (Abajo el amor) para hacerse cargo de Ant-Man (2015) sirvió para demostrar que el plan de Marvel no casa con aquellos realizadores que intenten aportar su propia visión a sus producciones. La reciente salida de Joss Whedon del estudio, rechazando la posibilidad de dirigir las últimas entregas de Los Vengadores, también ha estado en parte motivada por las imposiciones e interferencias que tuvo que sufrir durante el desarrollo de su último trabajo. Por el contrario, DC parece haber apostado por autores con un estilo propio muy marcado, como es el caso de Zack Snyder o David Ayer, que en principio han contado con mucha más libertad que los compañeros de profesión del estudio rival.

Daredevil

‘Daredevil’, versión televisiva.

A pesar de las disputas entre los aficionados, al final todo resulta una cuestión de gustos en la que lo peor que se puede hacer es dejarse llevar por los prejuicios, pero sabiendo que finalmente las preferencias del público serán las que determinen qué tipo de película ver. Quienes opten por un buen divertimento para toda la familia, encontrarán en Marvel la mejor opción; mientras que los que busquen argumentos con planteamientos más profundos, quedarán satisfechos con el enfoque de DC. No obstante, también hay que evitar generalizar, ya que Marvel ha demostrado alcanzar una madurez temática similar a la de DC con dos productos que precisamente constituyen lo mejor que han realizado hasta la fecha para el que esto suscribe: Capitán América: El soldado de invierno (2014) y la no menos magnífica versión televisiva de Daredevil (2015).

De cualquier modo, lejos de mostrar signos de agotamiento, el género pasa ahora mismo por su mejor momento. La lista de largometrajes que se estrenarán en los próximos años incluye títulos tan prometedores como Batman vs. Superman, Suicide Squad o Avengers: Infinity War. Independientemente de que las producciones de una compañía u otra satisfagan más o menos, tanto aficionados como espectadores en general deberían dejar al margen discusiones prosaicas. Lo más importante no debería ser tomar partido por un estudio u otro como si se trataran de equipos deportivos, sino saber distinguir las buenas películas de las que no lo son e intentar disfrutar al máximo posible de la experiencia. Al fin y al cabo de eso se trata con el cine, ya esté basado en cómics o no.

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