Mi Zhang Yimou

Por Molly Izaga| San Sebastián

Hacía diez años que Sorgo Rojo me había dejado deslumbrada, desde la secuencia en la que unos porteadores bailones y bullangueros transportan por un desierto rosáceo y ocre un palanquín de seda roja, y sentada en su interior a una bella novia –Gong Li– cubierta también de rojo, que va a casarse con un hombre viejo, rico, supuestamente cruel, leproso, dueño de campos de sorgo con el que hacen un vino rojo sangre. Quizás la plasticidad y el cromatismo pudieran a la narración, no sé, pero la película era subyugante. Y aun más lo serían luego Ju Dou, La linterna roja, Vivir... Así que me dio un chute de alegría enterarme de que iba a tener ocasión de tratar, hablar, ver películas y hasta comer con Zhang Yimou, que iba a presidir el jurado de San Sebastián ese septiembre de 1997. Coordinar el jurado era mi cometido en el festival.

Zhang Yimou no estuvo en la cena de la víspera, en la que los primeros invitados recién llegados caldeaban el ambiente en Casa Nicolasa –que justamente hace un año cerró sus comedores empanelados de madera encerada y se doblaron para siempre sus manteles blanquísimos; llevaba varias décadas restaurando a cineastas, cinéfilos y cinéfagos; valga este pequeño homenaje–.  Sin embargo, el maestro había llegado esa tarde, yo había estado esperando para darle la bienvenida a la puerta del hotel, unos pasos por detrás del director del festival. Ni hao ma, le saludé, dispuesta a practicar cuatro frases cotidianas de chino mandarín que había aprendido en mis andanzas por su país y que me harían repetir una y otra vez a lo largo de esos días para troncharse de risa él y los del equipo de Keep Cool, su última película,  programada como novedad en una sección paralela.

Keep Cool era efectivamente una novedad, una rareza completamente ajena a las maneras con las que su filmografía hasta entonces nos había cautivado. Todo el jurado asistió a verla, una cortesía habitual cuando uno de los componentes del grupo presenta película en alguna otra sección. Me impresionó ver hasta qué punto a él le inquietaba el recibimiento que fuera a tener esa película deliberadamente rara, rodada cámara en mano en el Beijing actual con el firme propósito de no dejarse encasillar como autor de películas de época impecablemente bellas. Para entonces Zhang Yimou se había ganado la confianza de todos, disipados los primeros temores de cómo iba a presidir el jurado un hombre que, aunque admirado por su obra, no hablaba ninguna lengua y, además, se iba a comer con su gente en un restaurante chino. Faltó tiempo para que con sencillez, agudo saber mirar y evidente inteligencia –además de una estupenda traductora, Alicia– se metiera a todos en el bote.

El parto fue feliz, una deliberación fluida de la que salió un palmarés a prueba de pitos y broncas al hacerse público en la rueda de prensa del día siguiente. Misión cumplida. Ese  mediodía de sol templado, sin etiqueta ni tenedores, se comieron sardinas, gambas y más bichos marinos en los soportales del puerto mirando a los barcos. Esa vez también Zhang Yimou se chupaba los dedos.

Volvía andando de cháchara con él y la traductora Alicia después del festín en medio de un guirigay alegre y festivalero cuando eché en falta mi trapo –mi inseparable trapo era el chal más bonito de mi vida, comprado en Java hacía unos años, un pedazo de crepe de seda azul estampada con flores de color sin nombre que me ponía encima de cualquier ropa, tapaba lo feo y siempre quedaba elegante. Los dos me acompañaron a buscarlo y rastreamos el camino hasta la silla en la que había estado sentada; yo ya sabía que no iba a aparecer, un regalo para quien lo hubiera encontrado. Qué disgusto. Entonces, para consolarme, Zhang Yimou me prometió mandarme un chal de China. Y no una, dos preciosas sedas de China recibí inesperadamente un día. Nunca supe si él recibió mis gracias, que no cabían en el fax que le mandé –otros tiempos.

Ahora, años después, Zhang Yimou me vuelve a conmover con un despliegue de poesía, delicadeza y hermosura en Shan zha shu zhi lian (Amor bajo el espino blanco), sobre todo donde con trazo contenido roza la esencia del amor, el dolor y lo absurdo en una secuencia sublime que me queda grabada como en la película las bayas rojas del espino blanco en el fondo de una palangana.

 Filmografía Esencial

  • 1987 – Sorgo rojo
  • 1990 – La semilla de crisantemo (Ju Dou).
  • 1991 – La linterna roja (Da hong deng long gao gao gua).
  • 1992 – Qiu Ju, una mujer china (Qiu Ju da guan si).
  • 1994 – ¡Vivir! (Huozhe).
  • 1995 – La joya de Shanghai (Yao a yao yao dao waipo qiao).
  • 1997 – Keep cool (You hua hao shuo).
  • 1999 – Ni uno menos (Yi ge dou bu neng shao).
  • 1999 – El camino a casa (Wo de fu qin mu qin).
  • 2000 – Happy Time (Xingfu shiguang).
  • 2002 – Hero (Ying xiong).
  • 2004 – La casa de las dagas voladoras (Shi mian mai fu).
  • 2005 – La búsqueda (Qian li zou dan ji).
  • 2006 – La maldición de la flor dorada (Man cheng jin dai huang jin jia).
  • 2009 – Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos (San qiang pai an jing qi).
  • 2010 – Amor bajo el espino blanco (Shan zha shu zhi lian).
  • 2011 – Flores de Guerra

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