Ruido, silencioso ruido

Crítica

“Neighbouring Sounds” (2012), de Kleber Mendoça Filho

Por Claudia Lorenzo

Las películas corales son un asunto complicado. Primero, porque enlazar historias y hacer que todas ellas resulten igualmente interesantes a ojos del espectador exige un encaje de bolillos perfecto.  Segundo, porque Robert Altman lo hizo tantas veces, y tan bien, que las comparaciones son odiosas.

La primera obra de ficción del realizador portugués Kleber Mendoça Filho, “Neighbouring Sounds” (parte del que estamos evaluando en La Crítica NYC), es una historia de esas. Los vecinos de una calle de apartamentos ven cómo un día aparece una empresa de seguridad interesada en garantizarles protección de las amenazas externas. Con delicadeza y realismo, la película nos introduce en los apartamentos de muchas de las partes interesadas y nos deja ser testigos de escenas concretas de sus vidas, sin juzgar, sin indicarnos dónde comienza una historia y dónde acaba, o qué define al personaje al que acabamos de conocer, sea éste el todopoderoso patriarca que controla la propiedad, la mujer que se excita con la lavadora o la sirvienta que quiere a su novio sobre la cama matrimonial de otro vecino. Todos los momentos de los que somos testigos están llenos de detalles que rellenan, sin nunca completar, el puzzle de lo que pasa en esos bloques de edificios, rutinas de la clase media brasileña que son claramente mucho más de lo que parecen a primera vista. Y es que cualquier vida merece ser contada si se hace de forma interesante.

El proyecto de Mendoça Filho es arriesgado por lo difícil que puede ser empatizar con lo que ocurre, como siempre que nos encontramos con una historia coral. “Neighbouring Sounds” cuenta muchas cosas y, a la par, nos dice muchas más sin que nos percatemos –para mandar mensajes ya está la Western Union, que decía Samuel Goldwyn -. Es raro el momento en el que chirría la actitud de un personaje y, sin embargo, no entendemos toda su complejidad humana hasta que no les hemos visto en situaciones completamente diferentes. Las historias, como la vida, continúan mientras que nosotros sólo vemos una pequeña parte de lo que pasa. Lo demás hemos de rellenarlo con imaginación. Y, sin embargo, eso que ocurre tiene tanto significado que abruma.

Mención aparte merece el sonido de la película, presente ya en el título, que requiere un mimo y un trabajo especial. Incitando a sensaciones en la audiencia, o prediciendo el futuro, el tratamiento que se le da a ese, muchas veces maltratado, aspecto de la producción enriquece el producto final.

Es complejo definir una película en una frase, o en un “me gusta/no me gusta” (aunque el maestro Ebert pudiese hacerlo con los pulgares). En “Neighbouring Sounds” parece que nada ocurre y sin embargo pasan muchas cosas, que dejan poso horas después de haber leído el “The End”. Una ópera prima que deja claro que a veces las comparaciones con Altman no son odiosas, sino justas. Otra apuesta bella y fuerte del que merece la pena ver. Otro acierto.

*De momento está disponible solamente en su versión original (portugués) con subtítulos en inglés.

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