San Sebastián, sexto día

Crítica del 61 Festival de San Sebastián

Magnetismo

Por Claudia Lorenzo

Benditos Nuevos Directores. O, en este caso, nueva directora. La gallega Isabel de Ayguavives escribe y dirige su primera película, “El árbol magnético”, una co-producción entre Chile y España en la que se analiza el poder de los recuerdos. A través de un viaje de vuelta, el que hace Bruno (Andrés Gertrúdix) desde España a su hogar chileno, la historia explora el pasado y el presente de una familia, de una casa y de las relaciones que se establecen entre los presentes en su desalojo. Si bien la llegada del primo pródigo es catalizadora, quien nos muestra la historia es la prima Marianela, interpretada por una Manuela Martelli que no sólo enamora a la cámara sino que su presencia llena de luz la historia.

“El árbol magnético” no es una película enorme, que muestre grandes dilemas de nuestra humanidad. Es una película pequeña, costumbrista, muy real, que habla de todo lo que queda atrás y del poder que tiene para nosotros la forma en la que recordamos nuestro pasado. La película es un homenaje a la memoria, pero también intenta ser un empujón, un resorte que nos haga mirar hacia delante, pensar que siempre habrá tiempos mejores o, por lo menos, igual de buenos. La narración nos introduce en la casa en la que todos se reúnen y nos hace partícipes de las interacciones familiares. La cámara no juzga y es testigo de todos los secretos que la familia oculta.

Todos tenemos momentos en la vida, o relaciones, que siempre están latentes, que nunca se descubren ni se hablan ni se analizan. Todos tenemos secretos entre dos personas que nadie más percibe ni comparte. Esas relaciones son tesoros guardados que no se sacan a la luz para no estropearse, para que no se vean. No se quiere hacerlas patentes, ni falta que hace. “El árbol magnético” nos cuenta eso, alaba un tipo de diálogo con texto, subtexto y muchas miradas. Su ritmo pausado viene determinado por la historia, y es en estos casos cuando la lentitud no sólo se tolera sino que se celebra. Está llena de talento y yo me alegro de haberla visto.

Una de las últimas candidatas a la Concha de Oro es “For those who Can Tell no Tales” (Por esos que no pueden contar cuentos, literalmente), historia inspirada en algo que le ocurrió a su protagonista, la actriz australiana Kym Vercoe, cuando fue de viaje a Bosnia-Herzegovina. El descubrimiento que le produjo enterarse de los horrores que se habían cometido en uno de los lugares en los que se alojó la llevó a analizar cómo habían digerido los habitantes de la zona el conflicto de los Balcanes. La directora bosnia Jasmila Zvanic disecciona desde el punto de vista de una extranjera una de las guerras más salvajes de la Europa de los últimos tiempos, una herida que parece no terminar de sanar por culpa de la ausencia de una memoria histórica colectiva.

El hecho de que se sirva de la experiencia autobiográfica de una extranjera, más que parecer tendencioso alumbra lo ocurrido de una forma diferente, con ojos nuevos, con ojos ajenos. El tono de película documental con apuntes de ficción consigue crear tensión en la audiencia, y el producto final resulta lento pero reflexivo. No es una obra redonda pero sí una de las apuestas más interesantes de la Sección Oficial, y bien que necesitamos alguna alegría en ella.

François Ozon, ganador de la Concha de Oro el año pasado por “En la casa”, trae a la sección de Perlas su nueva obra “Joven y bonita”, presentada en Cannes. Aunque entretenida y beneficiada por una actriz, Marine Vacthr, que seduce a la audiencia tanto como a los hombres con los que se cruza, Ozon cuenta una historia que hemos visto mil veces en el cine francés: el despertar sexual de una lo-li-ta. Como película de buena factura, “Joven y bonita” cumple y está bien interpretada. Como historia fresca, a pesar del ojo adolescente y de sus “transgresiones” sexuales (ella descubre el poder del sexo tras hacerse prostituta de lujo), Isabelle, el personaje principal, no logra provocar ni una angustia. Su historia es la de alguien impenetrable en quien el director no quiere entrar, y sus acuerdos y desacuerdos con la familia son lo más dramático del asunto, gracias a las reacciones de los demás personajes. Admira ver a esta bella mujer en pantalla, pero su viaje no interesa en absoluto.

Lo dicho, benditos nuevos directores.

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