Crítica
Kurt Cobain: Montage of Heck (2015) de Brett Morgen
Por Sara Méndez
Frágil es quizás la palabra que mejor describe a Kurt Cobain, cantante y guitarrista de Nirvana. El mito de su persona es conocido por todos y también su música, pero Kurt Cobain: Montage of Heck explora la parte más íntima del artista; sus inseguridades, su adicción, su más tierna infancia, así como la relación con su mujer, Courtney Love, y su hija, con la que apenas pasó tiempo debido a su prematura muerte.
Acompañado de la música de Nirvana, Montage of Heck es un trabajo de lo más interesante, pero sobre todo revelador. Por primera vez, Love permite ver al mundo los archivos que tan bien guardados tenía de su marido y su vida con él. A través de grabaciones realizadas por el propio Cobain en cintas casete, anotaciones de su puño y letra, y vídeos caseros, Brett Morgen nos descubre el mundo roto en el que se crió esta leyenda del grunge y todo aquello que le marcó a lo largo de su vida y de su carrera profesional. Para ello, el documentalista también se apoya en entrevistas realizadas a Krist Novoselic (bajista del grupo), a su mujer y a sus padres, y retrata a la persona (y no tanto al icono) que fue Kurt Cobain.
A lo largo del film, Morgen hace uso de gráficos que añaden carácter a este trabajo producido por Frances Bean Cobain, hija del artista, e introduce animación para representar las narraciones que Cobain hace de su infancia y adolescencia.
De una sensibilidad apabullante, Cobain se enamoró de la música siendo tan solo un niño, pero tras el divorcio de sus padres se convirtió en su refugio, en una forma de expresión. De pocas palabras y un tanto cohibido por la falta de seguridad en sí mismo, el líder de Nirvana cayó como tantos otros en las drogas, y la heroína pronto se hizo imprescindible en la vida de Kurt y Courtney. El éxito del grupo no hizo sino empeorar la situación ya que su único objetivo era escribir canciones para liberar los tormentos de su alma, no para alcanzar la fama. Cobain huía de los fans y se sentía terriblemente avergonzado por el dinero, pero lo que más hería a ese espíritu rebelde era la humillación, el ser rechazado. Ese sentimiento fue el que le marcó desde que era adolescente, mientras vagaba de una casa a otra sin un hogar fijo ni alguien en quien confiar. Quizás por ello, su único anhelo era crear música y formar una familia. A pesar de conseguir ambas cosas, la felicidad no duró mucho, y es que un alma rota es muy difícil de reparar pero muy fácil de herir.
Un mes después de salir de un coma por sobredosis en Roma, Cobain se pegó un tiro y acabó con su vida. Tenía tan solo veintisiete años, pero teniendo en cuenta las letras de sus canciones, su muerte era solo cuestión de tiempo. Lo que es admirable es la pureza de los valores que ni el éxito ni el dinero pudieron quebrantar. En eso es en lo que Kurt Cobain se diferencia de todos los demás mitos de la música. Su naturaleza dulce y solitaria le mantuvo fiel a sus valores a pesar de ser un sex-symbol, adorado por la multitud. Esto es en definitiva lo que nos muestra Morgen en este gran trabajo presentado el pasado enero en el Festival de Sundance.
Aquel niño de ojos azules y pelo rubio lleno de energía no pudo superar la depresión en la que estaba inmerso y aprovecharse de su situación privilegiada, pero si lo hubiera hecho entonces no habría sido Kurt Cobain, y no hablo del icono, sino de la persona. Un hombre hambriento de cariño, rebosante de talento.