Por Claudia Lorenzo
El otro día, cenando en un restaurante donostiarra junto con más periodistas de cine, un invitado que no tenía nada que ver con nuestra profesión dejó constancia de lo alucinado que estaba por nuestra pasión a la hora de hablar de películas. “Además, sois incapaces de poneros de acuerdo. Unos la detestáis y otros la amáis con locura”, decía, poniendo cualquier filme como ejemplo.
A la hora de contemplar con estupor parte del palmarés de San Sebastián de este año, una no puede menos que compadecer a un jurado que debió amar y odiar con pasión y que al final se decantó por Sparrows, “una anodina historia de un adolescente de ciudad que se va a vivir con su padre a un pueblecito al oeste de Islandia”, en palabras de nuestro redactor Joan Colás. “El director retrata con lánguidos e inocuos planos los problemas de la adolescencia que acarrea traumas infantiles, pero no logra transmitir nada al espectador, que se queda tan frío al abandonar la sala como esos paisajes que tan lentamente muestra el film”, añade, resumiendo el pensar de la mayoría de la prensa especializada.
Es justo decir que el palmarés normalmente no se juzga sólo por el ganador, sino por aquellos que se van con las manos vacías. Y entre todos, hay tres películas cuya ausencia de galardones es sonora.
En primer lugar tenemos Sunset Song, última obra del maestro Terence Davies que adapta la novela homónima escocesa. La historia de una mujer que se rebela ante la sociedad de su época y se hace cargo de su vida tenía algunos problemas de ejecución (los más llamativos, la voz en off extirpada del material literario en el que se basa y una ruptura del punto de vista en el tercer acto) pero una dirección brillante, una fotografía majestuosa y unas interpretaciones destacadas. Davies, que regresa a San Sebastián después de estrenar en Sección Oficial The Deep Blue Sea en 2011, vuelve a irse de vacío con una película que, aunque polarizó a los espectadores, era un placer visual.
En segundo lugar, es sorprendente la falta de reconocimiento a Ben Wheatley y su High-Rise, aun cuando el tema de la película pueda no ser del agrado de todos espectadores. El riesgo de adaptar la incómoda obra de Ballard, y la fidelidad con la que Wheatley lleva a cabo su trabajo, anclando su estética en los 70, década de publicación de la novela, y manteniendo la cámara a distancia pero con una presencia tremenda en lo que ocurre en pantalla, desvelan un realizador con una visión propia que, como mínimo, debía recibir un reconocimiento a su labor.
Y en tercer lugar, la película tapada, la del viernes por la mañana, resultó ser la sorpresa de una Sección Oficial marcada por la presencia de filmes anodinos. Les démons, filme canadiense a cargo del realizador Philippe Lesage, relata el transcurrir de un curso escolar en la vida de un niño de diez años, un niño que todo lo observa y todo lo magnifica, alguien que tiene que enfrentarse a unos miedos inherentes a la infancia que, sin embargo, están más presentes en la realidad de lo que parecen. Tensa, con una permanente sensación de intranquilidad, la película de Lesage se va descubriendo poco a poco y hace de su punto de vista su mayor riqueza. Su inclusión en Sección Oficial merecía nuestra atención. Su proyección tapada el último día no le hizo justicia.
Les Chevaliers Blancs, una obra efectiva y tensa sobre la actuación de una ONG Europea en Darfur, le dio a su director, Joachim Lafosse, el premio a Mejor Director. No hay que discutir la labor del mismo tras las cámaras, pues realiza un trabajo digno y con pulso, pero sí hay que hacerlo frente a otros pesos pesados como los anteriormente mencionados. Más problemáticos son los dos galardones a la francesa Evolution, de Lucile Hadzihalilovic (única directora en Sección Oficial, por cierto), un intento loable por hacer algo con personalidad propia que, debido al tedio que produce, se queda en eso, en intento. Es un ejemplo de obra que sí merecía competir, por ser diferente a todas las demás propuestas, pero no llevarse a casa el Premio Especial del Jurado y el Premio a Mejor Fotografía, bonita pero incomparable al trabajo de Michael McDonough en Sunset Song.
Los premios interpretativos fueron, gracias al cielo, justos. Yordanka Ariosa tiene la difícil tarea de encarnar al personaje más antipático de El Rey de la Habana, y lo hace imprimiendo su caracterización de bravura y energía, de brutalidad y de ganas de vivir, dándole una personalidad propia a Magda. Por su parte, Javier Cámara y Ricardo Darín eran los justos receptores, ex aequo, de ese Premio a la Mejor Interpretación Masculina, ya que el alma de Truman transpira por cada uno de los poros de estos dos tremendos actores, sin menospreciar, ni mucho menos, el guión de Cesc Gay.
Por cierto, hablemos de guión, ese premio que parece que a nadie le queda claro, y que es, probablemente, el mayor esperpento del palmarés. 21 nuits avec Pattie, firmada y filmada por Arnaud y Jean-Marie Larrieu, tiene precisamente en su libreto el problema más gordo. La historia, que cuenta la llegada de una hija a la casa campestre de su madre para enterrarla, se pierde tras tres cuartos de hora y desbarra por temas de necrofilia, revelaciones presuntamente atrevidas y/o soeces y despertares sexuales que no llegan a nada más que a apagar la alarma para darse la vuelta y dormir otra vez. La comedia, que prometía humor del bueno, se queda en nada una vez que sus personajes se pierden en la confusión de la narración, un problema eminentemente narrativo. Que un jurado compare filmes como Les démons, Truman, incluso Les Chevaliers Blancs o The Boy and the Beast, y decida que el mejor guión es el de 21 nuits avec Pattie deja clara la confusión que provoca este premio y que no le hace ningún favor a los profesionales del gremio.
Un año más la prensa especializada también eligió su filme favorito de sección oficial, decantándose por el Truman de Cesc Gay, una gran película patria que comienza en otoño su recorrido comercial y que, seguramente, cosechará más de un premio en la temporada de Goyas, Forqués y Feroces. Por lo demás, lamentando la exclusión de La Novia del palmarés, el foco de 2015 se ha centrado en Horizontes Latinos, una sección que cada año se consolida más y promueve el mejor cine de aquellos que viven lejos pero que, en su mayoría, hablan nuestro mismo idioma.
Hasta el 2016, Donosti.
Puedes consultar el palmarés completo AQUÍ.