Crítica
The Equalizer (2014), de Antoine Fuqua
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Llega Denzel Washington a San Sebastián con una de esas películas que frecuenta últimamente de personajes oscuros y enigmáticos con alma de quijotes. Y lo hace de la mano de Antoine Fuqua, el director responsable de su último Óscar, el de 2002 a mejor actor protagonista por Día de entrenamiento, aunque sigue siendo discutido que su personaje, aquel corrupto detective Alonzo Harris, fuese el principal o el secundario.
Washington viene a presentar The Equalizer, adaptación cinematográfica de la serie televisiva del mismo nombre creada por Richard Lindheim y Michael Sloan. Y si bien el trabajo de Fuqua tendrá seguidores y detractores, es el trabajo de otro Richard, Wenk en este caso, encargado del guión, el que no se puede discutir. Con una medición del suspense milimétrica, de las (pocas) risas que se le conceden a la audiencia, y de unos diálogos que desvelan sin insultar al respetable (la respuesta del personaje de Chloë Grace Moretz a la réplica de Washington de “mi mujer me rompió el corazón” es sutil pero efectiva), Wenk escribe un producto hecho a la medida de un protagonista que ejerció de todopoderoso ya en aquel fuego de la venganza de Tony Scott en donde protegía a otra niña prodigio, Dakota Fanning. Y también escribe una película de acción buena y entretenida.
El asunto Fuqua y su ocasional obsesión por las pestañas del protagonista es otro cantar. Si bien el estilismo de la cámara lenta fue innovador allá por los 90, con el mencionado Scott y John Woo a la cabeza, en ocasiones la lentitud de una resolución puede resultar algo cargante. La ventaja con la que cuenta el director, igual que Wenk, es que se recrea en un tipo tan interesante de ver como Denzel Washington, una de esas estrellas de cine con presencia y sobrada inteligencia, que sirven para un roto y para un descosido, y que parecen estar a gusto en el buen cine de acción, otorgándole siempre algo de profundidad, incluso cuando no existe, a los personajes que interpreta. Una cámara pausada en otra cara daría ganas de aprovechar el tiempo para ir al baño. En el rostro de Denzel intentamos definir qué quiere contarnos, por qué existe esa pausa en ese preciosa momento, y cómo lo interpreta el actor.
The Equalizer, para que nos situemos, es la historia de alguien que decide tomarse la justicia por su mano, como Spiderman pero de verdad – al menos ésa es la filosofía-. Robert McCall, empleado de una versión americana de Leroy Merlin, es un buen trabajador, un buen compañero, reservado pero con sentido del humor, que no puede dormir y acaba todas las noches leyendo libros en un diner del barrio. Allí conoce a Alina/Teri (Grace Moretz), una prostituta adolescente empleada por Slavi, el proxeneta ruso elevado a la máxima y asquerosa potencia, e intenta convencerla de que su vida puede tomar otro rumbo si se lo propone. No es así, sino que la pobre chica acaba apaleada en la UCI y el nervio de Robert muy tocado. Él, templando gaitas, decide pagar por la libertad de la joven, oferta que deniegan. Diecinueve segundos después no queda un mafioso vivo. Y entonces el jefe de todo eso decide mandar a su hombre de confianza, Teddy (Marton Csokas, que era mucho más majo y bueno cuando iba de elfo), a arreglar el entuerto. Como en el mencionado Fuego de la venganza, Denzel se pone en plan y la violencia extrema acampa con lógica y sin pudor en la hora y media restante.
Primer afroamericano en tener el premio Donostia, primero en tener dos premios de la Academia (el no mencionado anteriormente fue a mejor actor secundario por Tiempos de gloria en 1990), segundo en tener el Óscar a mejor protagonista (tras el maestro Sidney Poitier), definido por Tom Hanks – su compañero en Philadelphia– como el actor de quien más había aprendido en un rodaje, Washington no sólo es el ojito derecho de mucha crítica, sino también de una parte masiva del público. Sus películas se ven, sus elecciones de personajes se respetan, su violencia justiciera, como pasó en la proyección del Kursaal, se aplauden, aunque le atornille la cabeza a un matón en un despliegue de sangre que ni Tarantino… Washington es querido, respetado y reconocido, y probablemente esas cualidades, frente a otras muchas, hayan pesado – junto con la fecha de estreno de la película que presenta- a la hora de otorgarle un premio destinado a las leyendas.
The Equalizer no parece la introducción ideal al Festival -¡una película de acción!-, y sin embargo es perfecta para darnos una idea del personaje, del intérprete, de su empeño por solucionar el mundo, duro y complejo, encarnando a gente con buen trasfondo, amable, con ganas de vivir tranquilamente en una casa con jardín y familia alrededor, pero que se ven abocados a un destino más sórdido por el bien de su entorno. Entretenida, larga pero tensa, extremadamente bruta y algo gore en ocasiones, la última obra de Fuqua ofrece calidad en el cine de género. Bienvenido el otoño y el Festival de cine de San Sebastián.