Utopía-Distopía

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Tom Hiddleston

Tom Hiddleston

Crítica

High-Rise (2015), de Ben Wheatley

Por Joan Colás

Utopía: (Del gr. οὐ, no, y τόπος, lugar: lugar que no existe). 1. f. Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación. 

Anthony Royal llevó su idea a la realidad y la construyó en forma de rascacielos. A las afueras de una ciudad elevó un edificio que tenía de todo, desde piscina, hasta un supermercado, pasando por un gimnasio. Sólo el lugar de trabajo está fuera. Allí se muda el protagonista de High-Rise, el doctor Robert Laing (Tom Hiddleston) para empezar una nueva vida. Pronto irá descubriendo las ventajas e inconvenientes de vivir en un no-lugar como el construido por Royal.

Sus vecinos viven en las diferentes plantas en función de su escala social. Todo el mundo se trata con respeto, son amigables… pero poco a poco surgen los secretos, los enigmas y los recelos. Las fiestas que organizan los habitantes de las plantas superiores son mucho mejores que las suyas y moverse entre los dos mundos es algo arriesgado. Poco a poco surge el odio hasta que finalmente todo explota.

La nueva película de Ben Wheatley es tan política como desquiciada. Su planteamiento recuerda al de La comunidad de Álex de la Iglesia y la hace parecer un remanso de paz. El retrato de esa sociedad-edificio es esperpéntico, caótico, sucio, violento. La agresividad que desprende el film espanta y pese a todo es un claro reflejo de la sociedad.

El director de Sightseers (Turistas) abandona todo tipo de clasicismo estético y apuesta por una radicalidad acorde con los tiempos que se están viviendo. La suciedad que muestra en pantalla recorriendo los pasillos y habitáculos de ese edificio para retratar las situaciones que se viven a ritmo de una versión de S.O.S. de Abba salpica a los espectadores y les habla. Son las imágenes violentas y crudas de esas fiestas y ataques las que contienen el discurso más radical y político de film. Los personajes no se encargan de esputar palabras ni consignas militantes sacadas de un manual, el vocabulario que usa deja la grandilocuencia a un lado y se convierte en el hablar de bandas corruptas y educadas. Wheatley habla de una suciedad y violencia moral a través de unas imágenes tan bien diseñadas y ejecutadas como crudas.

Espectadores y personajes acaban sintiendo la perversión y autodestrucción de esta sociedad perfectamente planeada. El propio Anthony Royal acaba siendo partícipe de esta barbarie y combate en la trinchera de su tan preciada utopía. No hay solución para nadie. Todos sufren, disfrutan y se regodean en sus vidas mientras la cámara los grabe a un ritmo cada vez más enfermizo, desfalleciendo, agotado, pero resistiendo. El dispositivo fílmico se adentra entre la suciedad y las batallas que se dan sin cesar sin apenas darse un cambio, viendo como los personajes bailan al ritmo del odio que ellos mismos reciben y generan.

High-rise, este rascacielos, esta sociedad, esta película, no se deja llevar por el discurso catastrofista, ni tiene happy-ending. Al contrario, es una ficción tan dantesca como real, un documental al servicio de una denuncia de la realidad. De la idea de construir un mundo  perfecto y venderlo como una utopía pero que, por abuso, se ha convertido en pesadilla. Así la utopía de Anthony Royal no es más que una distopía.

Distopía: Antiutopía. Aunque la palabra distopía no está registrada en el diccionario de la Real Academia Española, es de uso corriente en la literatura universal. En contraposición al concepto de utopía, una distopía es una sociedad, o un escenario, indeseable en sí mismo.

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