Crítica
Del revés (2015), de Peter Docter y Ronaldo del Carmen
Por
“A nuestros hijos. No crezcáis, por favor. Nunca”.
Con esta dedicatoria finaliza la nueva película de Pixar, Del revés, una historia sobre lo que significa ser nosotros mismos y sobre qué detalles, memorias y experiencias nos han convertido en quiénes somos. Lo que no añade, pero sí hace una servidora en base a la hora y media anterior, es un par de frases más. “Y si lo hacéis, como inevitablemente ocurrirá, abrazad la vida, abrazad el amor, abrazad la alegría y, sobre todo, abrazad la tristeza”.
Riley tiene 11 años y cinco emociones básicas: Alegría, Tristeza, Asco, Miedo e Ira. Sabemos, gracias a ellas, que es una amante del hockey, una buena amiga, una niña algo payasa y honesta que está muy unida a su familia. Todo cambia cuando sus padres y ella se mudan a San Francisco, un entorno totalmente desconocido y nuevo. Ahí la confusión se apodera de Riley y también de sus emociones quienes, en la intensidad del momento, no sólo pierden los recuerdos básicos de la niña sino que dos de ellas, Alegría y Tristeza, se extravían en la zona de memoria a largo plazo, dejando la personalidad de Riley abandonada a su suerte. O, lo que es lo mismo, a cargo de Asco, Miedo e Ira. La búsqueda del camino a casa de Alegría y Tristeza se convierte entonces en una exploración de la mente, del alma y de aquello que una necesita sentir para ser feliz.
Entre las miles de maravillas de Pixar hay una crítica de la que, hasta ahora, no habian escapado: la de ser algo machistas. Si bien normalmente han tenido personajes femeninos pululando por las tramas secundarias, con la excepción de Brave (que no dejaba de girar en torno a una princesa, aunque ésta fuese rebelde y atñipica), ninguno de sus filmes incluía a un protagonista que no fuese masculino.
Pero hay que reconocer que cuando Pixar se pone a enmendar sus errores, lo hace con un puñetazo sobre la mesa. Del revés no tiene a una, ni dos, chicas como protagonistas, sino que sus tres personajes principales (Riley, Alegría y Tristeza) son femeninos. Pero, además, da una vuelta de tuerca al concepto narrativo imperante en nuestra sociedad, ése que sugiere que las historias de mujeres hablan de mujeres pero las de hombres hablan en general de la raza humana. Aquí es Riley, una niña, la personalidad extrapolable a cualquier miembro de la audiencia, y sus vivencias dejan claro que, efectivamente, tener a un personaje de uno u otro sexo a cargo de la historia principal no debería, como no hace, afectar a la empatía del espectador.
Es muy complicado hablar de la última, y gloriosa, obra de Pixar sin diseccionar cada uno de los laberintos que presenta y cada minuto de la historia que aparece en pantalla, desde la distribución de la personalidad, esos pilares que condicionan quiénes somos, hasta las referencias a la memoria a largo plazo o al pensamiento abstracto -olé por la técnica pictórica utilizada-. Reconocemos en la película esos datos que olvidamos tras haberlos memorizado en el colegio o la capacidad que tenemos de no recordar cosas que han sido tremendamente importantes en nuestro pasado y nos maravillamos con la aparición del subconsciente, la imaginación -ese aspecto de nuestra mente “tan interactivo”- o la fábrica de sueños que es un estudio de cine. Todos y cada uno de los recovecos de la mente que Del revés refleja son acertados, reconocibles y tremendamente exactos, una labor exhaustiva de guión, de lluvia de ideas y de encaje de bolillos que no pasa desapercibida (por no hablar de esas referencias al cine, incluída la de Chinatown, que son simplemente brillantes).
Pero es que además, esos momentos son muy divertidos. Es precisamente esa capacidad que tiene el estudio de hacer de lo ordinario algo extraordinario la que provoca las carcajadas generales: el anuncio de chicles, la mente envuelta en caos del niño pre-púber que se cruza con Riley, la irracionalidad de Furia, la complejidad del Miedo enfrentado a ese payaso de la infancia, la chispeante actitud de Alegría en contacto con el dramatismo de Tristeza… Pixar, maestra a la hora de ver el drama en la cotidianeidad, lo especial en lo inanimado, hace del amigo imaginario un personaje lleno ternura, como son esos seres fantasiosos que nos acompañan en nuestros primeros años, que dejamos pasar pero que siempre estarán ahí para nosotros. También consigue que los pocos instantes que pasamos en la mente de los otros personajes sean hilarantes y verosímiles a la par.
Además de lograr que el detalle nos sobrecoja, Del revés consigue, como muchas de sus películas antes, presentar ante pequeños y mayores una verdad universal, un descubrimiento que, en este caso, va parejo al desarrollo de sus protagonistas (cabe la posibilidad de que la siguiente conclusión sea un spoiler).
Del revés es la primera película para niños -además de ser para mayores- que declara que no sólo es a veces necesario estar triste, sino vital. La tristeza es el motor de nuestra alegría, y desahogarse, utilizar las lágrimas para encontrar la paz, es lo único que posibilita que sigamos adelante, que no guardemos dentro el dolor, que no nos regodeemos en él, que no seamos infelices. La tristeza y la alegría no son un blanco y un negro en nuestra vida, sino que se necesitan para formarnos, para crear los seres humanos complejos y fascinantes que somos.
Pixar ha cogido a una niña cualquiera, una Riley que tiene todo de especial pero nada de extraordinario, y ha conseguido que, introduciéndonos en su mente, observemos cómo ser ella es una aventura diaria. Nos ocurrió con el anciano Carl, con Buzz y Woody, con el robot que acumulaba desperdicios y veía como un loco Hello, Dolly!, con la rata gourmet o con el monstruo agotado de asustar a los niños. Pixar se nutre de la normalidad para presentar la magia que es vivir día a día.
Probablemente, al ritmo que vamos, sigan sorprendiéndonos muchos años más. Pero de momento, el estudio a día de hoy más potente del mundo ha creado otra obra maestra. No hay intensidad suficiente para gritarle a todo el mundo que vaya corriendo al cine a verla. Ni para admitir que, en hacernos reír a carcajadas y llorar a lágrima viva, consiguen momentos únicos en el espectador. Ni para declarar sin asomo de dudas que, a estas alturas, Del revés no sólo es la mejor película del año. Es que es una revolución psicológica.