
Roman Polanski, John Huston y Jack Nicholson durante el rodaje de “Chinatown” en 1974.
Chinatown
Por Paco Montalbán
Los Ángeles, 1937. Una pertinaz sequía asola la región. Para paliarla el alcalde de la ciudad, apoyado por los agricultores y otros usuarios del agua, propone la construcción de la presa de Alto Vallejo, cuyo embalse proporcionaría agua a la ciudad y a las zonas agropecuarias del condado. Pero Hollis Mulwray (Darrel Zwerling), ingeniero jefe de la sociedad pública Agua y Electricidad, se opone a ello porque los terrenos donde habría que cimentarla son de geotécnica similar a los de otra presa que se rompió, ocasionando 500 muertos. Jake Gittes (un joven Jack Nicholson), detective privado experto en olfatear casos de divorcio, recibe el encargo de investigar al ingeniero, del que se supone que tiene una aventura amorosa. La situación de escasez de agua se va agudizando, porque alguien está vaciando por las noches los depósitos que abastecen a la ciudad; pero Mulwray descubre el hecho, aparece ahogado en uno de los embalses y, aunque tenía agua salada en sus pulmones, la policía y su señora lo consideran un accidente. El investigador, inicialmente contratado para la aventura amorosa, no deja el caso y, a medida que avanza en sus averiguaciones, va descubriendo las relaciones entre la Sra. Mulwray (Faye Dunaway), el propio marido, su joven amiga y su antiguo socio Noah Cross (John Huston) en la Sociedad de Agua y Electricidad. Sus pesquisas le llevan al catastro de la propiedad, donde descubre que en los últimos meses se han vendido, y a muy bajo precio, unos 50 000 acres de terreno del Valle del Noroeste, próximo a Arizona y fuera del condado de Los Ángeles; los propietarios son meros testaferros que desconocen las compras de tierras de las que son titulares. Y es que la nueva presa que se pretende construir no se destinará a abastecer a Los Ángeles, sino a regar los naranjales del Valle Alto que, mediante una operación política ad hoc, se integrará en el condado. La nostálgica banda sonora de Jerry Goldsmith subraya el desesperado final de la película, envuelto en una espiral de infortunio que llevará al detective, de nuevo, a repetir su desgraciada historia personal y profesional.
Como una clásica película de género negro, dispone de los personajes arquetípicos -investigador, cliente enigmático, whisky, tabaco, ventiladores y persianas entreabiertas.
Inmenso thriller hídrico que homenajea al cine negro de los cuarenta y que tiene a la gestión del agua como elemento vertebrador del territorio y de una forma de entender los negocios. Las relaciones cruzadas entre los personajes constituyen toda una tela de araña que se va deshaciendo a medida que avanza la película y de la que el espectador es partícipe al mismo tiempo que el investigador que, inicialmente estaba perdido y no sabía el alcance de lo que estaba investigando. Porque Los Ángeles es una ciudad construida en un desierto y solo la regulación del agua de sus escasos ríos, permite su subsistencia. A lo largo de la película, el contraste entre el agua y la sequía se evidencia en esas tierras baldías del secano, los cauces secos –que misteriosamente por la noche conducen agua-, los embalses de suministro que se van vaciando y, en definitiva, el agua se impone como una presencia permanente en la película y aparece en forma de vapor, de bebida refrescante, o contenida en los depósitos y estanques.
Como una clásica película de género negro, dispone de los personajes arquetípicos -investigador, cliente enigmático, whisky, tabaco, ventiladores, persianas entreabiertas, trama aparentemente fácil, pero que se complica por momentos-, mientras que el conocimiento de la realidad se va graduando de forma envolvente, con juegos cruzados en el proceso, y sorpresa final en el desenlace. Ambientación muy cuidada, con un ligero tono sepia y gamas de ocres y tierras en los exteriores, que se canaliza en el vestuario, los grandes coches de la época, o la atmósfera global.
Tenía 41 años cuando rodó esta película y habían pasado cinco desde que el psicópata Charles Manson asesinara a su mujer Sharon Tate, embarazada de ocho meses. Este director ha cultivado varios géneros a lo largo de su carrera como ‘El cuchillo en el agua’ (1963), nominada en los Oscar como mejor película extranjera; ‘Repulsión’ (1965), thriller psicológico por el que obtuvo el Oso de Plata en Berlín; y ya en Estados Unidos la parodia ‘El baile de los vampiros’ (1967), comedia de terror; o ‘La semilla del diablo’ (1968), película inquietante sobre las sectas satánicas y de la que hay quien dice que está en el origen de la masacre en su casa. De vuelta a Europa tras la acusación de abuso sexual de una menor, ha rodado películas tan determinantes como ‘El pianista’ (2002), sobre en el terror nazi en Polonia, por la que obtuvo el Oscar al mejor director, ‘El escritor’ (2010), sobre un autor que intenta escribir la biografía de un político y ‘Un dios salvaje’ (2011), de factura eminentemente teatral.
La película fue galardonada en 1975 con el Oscar al mejor guión original (Robert Towne), aunque tenía once nominaciones, en un año en el que triunfó ‘El Padrino II’ . ‘Chinatown’ es una notable obra a la que el director y su guionista supieron darle una gradación psicológica y romántica de tal calibre que, sin duda alguna, la transportan a una de las más elevadas cumbres de las películas del género negro.