
Nuno Leonel en un fotograma de ‘E Agora? Lembra-me’.
Crítica
E Agora? Lembra-me (2013), de Joaquim Pinto
Por Claudia Lorenzo
No hace mucho, Indiewire hablaba en un artículo de si era bueno o malo que toda la crítica norteamericana apoyase y alabase sin fisuras el último proyecto de Richard Linklater: Boyhood. Y comentaba cómo los pocos críticos que se habían atrevido a dudar de su genialidad se sentían… raros, por ser unos excéntricos, unos lobos solitarios en medio de la opinión generalizada. La crítica, si se hace bien, puede resultar en un aislamiento absoluto, sobre todo en el caso de ir contra el resto del mundo. Y la crítica, desde su origen, basa su concepción en una observación subjetiva de alguien que tal vez sabe más sobre un tema y puede dar información y opinión sobre dicho asunto. Pero no deja de ser una opinión extremamente subjetiva.
Y aquí me encuentro yo, frente a un filme que la crítica, aunque mucho más minoritaria que la de Boyhood, considera en general un producto valiente, sincero, íntimo, y lleno de reflexiones profundas sobre el tiempo, las relaciones y la vida. Y puede serlo, no digo que no. E Agora? Lembra-me es un documental en el que, si el espectador se atreve a entrar y aguanta en esa posición, puede provocar muchísimos sentimientos. Personalmente, ése no fue mi caso.
E Agora? Lembra-me es el último filme de Joaquim Pinto, sonidista y director de cine portugués, reconocido por sus compañeros realizadores pero desconocido para la mayor parte del público. Al menos hasta el estreno de esta película, ganadora del Premio FIPRESCI y del Premio Especial del Jurado en el Festival de Locarno y presente en muchos otros eventos internacionales.
Hace más de 20 años, Pinto contrajo VIH y es esa enfermedad, y la Hepatitis C, la razón de la historia. En 2011, tras tener más días malos que buenos, como él afirma a cámara, acepta someterse a un nuevo tratamiento experimental en Madrid. La crónica del siguiente año, con su marido Nuno Leonel al lado, sus cuatro perros, su vida en Portugal y sus viajes a Madrid, ocupa los 164 minutos de duración de la película, tal vez su reto más ambicioso.
E Agora? es, sin dudarlo, una obra descarnada, que expone la intimidad física y mental de Pinto y Leonel visualmente. Es ésa su mejor característica, su secreto. Y, sin embargo, esa intimidad, a veces fuera de contexto, a veces lejana, a veces inconsistente o confusa, es precisamente lo que dificulta el acceso al filme, la complejidad de encontrar, por oculta o difusa, una historia, una narración concreta.
Mucha gente responderá que el cine no tiene que ser siempre una historia, puede ser un conglomerado de muchas otras cosas. Pero personalmente, incluso en películas más alejadas del canon comercial, es esa narración lo que busco, esa coherencia dentro del metraje, esa historia. Si bien es tremendamente interesante ver muchas de las imágenes que Pinto muestra, y escuchar muchas de sus reflexiones, es también complejo estar 164 minutos concentrado en no perder el hilo de una historia que se reinventa casi cada minuto y que, como collage de momentos, ofrece el museo de una vida, pero como producto cinematográfico puede caer, y cae, en el tedio. La ambición, que debería ser considerada, de elaborar un diario visual de ese año queda patente, pero también se asoma la necesidad de, tal vez, haber elaborado una película más corta, igual de profunda e íntima, pero de una hora menos de duración. Sería posible. Complejo, pero posible. La esencia de lo que Pinto ha querido hacer se palpa en cada plano, y con una mayor concreción y menor metraje, el filme podría ser, no sólo más accesible, sino también más redondo.
Es obvio que E Agora? no es un producto para todos los públicos, pero también queda claro que, precisamente por las alabanzas que persiguen al filme desde su estreno, tiene un público. Y debería tenerlo. Desafortunadamente, este no ha sido el caso.
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