Por Claudia Lorenzo
Internet nos ha privado de muchas cosas, tristemente. Una de ellas es el misterio. Hoy en día podemos encontrar en Google demasiada información sobre cada uno de nosotros. En el mundo 2013, Alan Conway no hubiese tenido nada que hacer con su vida, y nosotros no hubiésemos sabido que existe gente tan chiflada, o excéntrica, como él.
Conway, nacido Eddie Alan Jablowsky, fue un mentiroso patólogico famoso en todo el mundo por haberse hecho pasar, con suerte en algunas ocasiones, por el director de cine Stanley Kubrick. Era el comienzo de los años 90 y Stanley llevaba aislado del público más de 15 años, así que su imagen en la memoria colectiva era borrosa y barbuda. Conway, convenciendo a diestro y siniestro de que se había afeitado, logró hacerse pasar por él hasta que un periodista del New York Times, persuadido de que había conocido al Kubrick real, llamó a Warner Brothers para confirmar unas declaraciones y en el estudio le dijeron que se había reunido con un impostor, del cual la Warner tenía noticias pero no había averiguado todavía su identidad. Cuando Kubrick se enteró de esto, le fascinó la idea, cosa que no ocurrió con su mujer, intranquila por todo el asunto.
La historia de Conway ya fue llevada al cine en el cortometraje “Colour Me Kubrick” en 2005, interpretada por John Malkovich. Ahora, la compañía de teatro PIT ha puesto en escena la obra “Kubrick3”, en la que cuatro actores interpretan las diferentes personalidades de Conway mientras éste, ya muerto, intenta justificarse ante su hijo. Aunque el objetivo final de la obra es un tanto borroso (¿se arrepiente Alan de la vida que llevó o se enorgullece de ella?), la representación es sumamente entretenida y la tesis de que, siendo quien siempre imaginaba ser, Alan Conway nunca tuvo tiempo para descubrirse a sí mismo, es poderosa y deja poso. Los actores, sobre todo los encargados de dar vida a Conway, están perfectos en sus caracterizaciones y el homenaje a una personalidad conflictiva pero tremendamente interesante queda patente en el texto.
La sala de cine Filmhouse, para celebrar el estreno de “Kubrick3” en el Fringe, ha decidido proyectar también el cortometraje. John Malkovich, por lo visto, lo borda.
Tras “Kubrick3”, las salas del Pleasance ofrecen un espectáculo-cajón de sastre llamado “Vive le Cabaret”. En él, muy parecido a aquellos programas de televisión del sábado noche, se nos presentan algunas de las mejores actuaciones que están en cartel estos días. Durante la hora y media a la que asistí, además de ser testigo de bailes (algunos con más coordinación que otros), comediantes y señoras que se quitaban la ropa (decían que era burlesque pero a mí me parecía un striptease de toda la vida), algunos llamaron la atención más que otros. Entre ellos destacaban “Sotho Sounds”, un grupo de pastores africanos que hacen instrumentos de cualquier cosa que encuentran y que transmiten alegría y ganas de bailar; Die Rotek Punkte, unos punkarras berlineses que más que música hacen gracia y que nos deleitaron con una canción llamada “No soy un robot, soy un león”, y Paul Dabek, mago y cómico, que tiene un espectáculo en el Fringe gratis y que, además de ser capaz de hacer trucos con cuerdas y manos, nos hizo reír sin parar.
“Vive le Cabaret” es un poco como el José Luis Moreno del Fringe. Pueden tocarte buenos segmentos que gusten y diviertan, y pueden tocarte castañazos. Hay que decir que, salvando a las pobres bailarinas que se hicieron un lío, los demás intérpretes entretuvieron a la platea, cada uno en lo suyo.
Pero yo me quedo sin dudarlo con esos tres, porque tras espectáculos que requieren más energía emocional, vale la pena cerrar el día con una buena dosis de carcajadas.