¿Qué está consumiendo a Gilbert Grape?

Gilbert

Crítica

¿A quién ama Gilbert Grape? (1993), de Lasse Hallström

Por Claudia Lorenzo

Cuando en 1997-1998 Leonardo DiCaprio despegó ante nosotros con toda aquella belleza shakespeariana y titánica, las adolescentes que fuimos giramos nuestros cuellos hacia los años anteriores al descubrimiento para analizar de dónde había salido semejante portento. Los canales repusieron los capítulos de Los problemas crecen en donde aparecía el actor, e incluso programaron Critters 3, película de serie Z donde las haya, que todas vimos como si aquello fuese un Ciudadano Kane.

En la carrera de DiCaprio hasta entonces había poco muchas rarezas – o películas independientes, en jerga actual- pero una llamaba la atención sobre el resto: la que le había supuesto la nominación al Óscar a mejor actor secundario con 19 años.

¿A quién ama Gilbert Grape? fue el título que le dimos en español al más revelador original en inglés: What’s Eating Gilbert Grape? (la traducción encabeza este artículo). Dirigida por Lasse Hallström y adaptada por Peter Hedges de su novela homónima, la historia incluía un pueblo perdido en la América Profunda – Endora, Iowa-, un chaval de 18 años con discapacidad, una madre obesa que llevaba años sin moverse de su casa – y que pasaba el 95% de su tiempo en el sofá del salón- y una aventura con una mujer del pueblo. La combinación que podía haber sido letal y sensiblona redujo su dramatismo gracias al guión, la dirección y las interpretaciones de todo el elenco, para acabar formando una bella historia de amor familiar y de despertar a la vida.

Gilbert Grape (Johnny Depp) vive con su madre (Darlene Cates), sus hermanas (Laura Harrington y Mary Kate Schellhardt) y su hermano discapacitado Arnie (DiCaprio) en un pueblecito del Medio Oeste americano. Su vida se reduce a trabajar en la tienda de ultramarinos del lugar, escasa de clientes por culpa del hipermercado recién abierto en las afueras, cuidar de Arnie – lo cual implica darle el baño diario pero también salir corriendo a buscarle cuando decide encaramarse al tanque de agua del lugar-, acostarse de vez en cuando con una vecina (Mary Steenburgen), madre de dos hijos y esposa, y desayunar con sus amigos Tucker (John C. Reilly) y Bobby (Crispin Glover) siempre en el mismo restaurante mientras ve la vida pasar cargado de responsabilidades. Todo cambia cuando el coche de Becky (Juliette Lewis) y su abuela se estropea y tienen que quedarse en el pueblo unos días.

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El filme resultante es un delicado equilibrio entre la cara de sopa que tiene Depp, a conciencia, la mitad del tiempo, como de chaval que nunca se ha levantado con alegría de la cama, el histrionismo cándido de DiCaprio, que interpreta a un Arnie provocador de ternura y también exasperación, y la tristeza y el orgullo de Darlene Cates, una mujer con obesidad mórbida que fue contratada cuando Hedges vio un programa de televisión con ella como protagonista en donde declaraba que estaba demasiado gorda para abandonar su casa. La honestidad que transmite cuando declara “Yo no siempre he sido así” refleja parte del alma de una historia hecha de personajes, delicada pero potente. Afortunadamente estamos aquí ante el Hallström de Las normas de la casa de la sidra o Chocolat, dramas con un toque de magia en su interior, la magia del día a día, de todo lo que le ocurre a la gente en su vida y que nadie se para a mirar hasta que alguien coloca una cámara a un palmo de distancia. El Hallström de ahora está a punto de estrenar Un viaje de diez metros, que espero tenga mejor fortuna que los productos de Nicholas Sparks a los que últimamente se dedica…

La belleza de ¿A quién ama Gilbert Grape? está en la contención de todos sus detalles, desde el guión, que no desborda todo aquello que tiene que contar, hasta las interpretaciones ajenas al estereotipo – tal vez exceptuando a Juliette Lewis, a quien colocan algunas de las frases más tópicas de las chicas de espíritu libre, pero que redimen con su actitud hacia Arnie-.

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Si bien hay que agradecerle a Depp habernos dado estos años de su filmografía antes de ponerse a hacer tonterías, y es justo y necesario decir que él es la mitad del tándem con extremada química que forma con el actor que interpreta a su hermano, aquí el que se lleva el gato al agua es un DiCaprio a quien pocos conocían y que muchos asumieron realmente discapacitado. Leonardo ha dicho que nunca se lo ha pasado tan bien como interpretando a Arnie, y parte de la locura después desatada en Django o El lobo de Wall Street se percibe en su caracterización salvaje de un chaval para el que todo es constante novedad y que vive repitiendo “me podría morir en cualquier momento” pero que aprovecha cada segundo que tiene para consumir energía. Es una interpretación hilarante por lo enternecedor que es Arnie en esos momentos en los que quieres asesinarle con la escobilla del baño. Cates abruma por lo opuesto, porque su mayor vulnerabilidad, su peso, es el motor de la actuación, de la forma de ver la vida de un personaje que antes había sido la propia actriz. Lo mucho que hace con su cara, con sus ojos, con su cuerpo casi inmóvil en el sofá es abrumador y emocionante. Es una interpretación a redescubrir.

La película habla de un deseo tan básico como infinito: cómo ser quienes queremos ser y compaginarlo con quienes debemos ser. Cómo ser buenas personas. Cómo evitar momentos de agobio e ira, cómo llevarnos bien con el entorno, cómo desear y ser deseados, cómo hacernos mayores, cómo seguir siendo algo niños. Entre todos los filmes más populares y gloriosos de DiCaprio, especialmente en la época post-Titanic, ninguno es tan absolutamente puro como éste, bello y agradecido con la vida, algo loco, algo repetitivo en su rutina y, como define el personaje de Cates en un momento a Gilbert, extremadamente brillante.