Crítica
Convicto (2013), de David Mackenzie
Por
Escrita por Jonathan Asser, quien durante un tiempo trabajó como psicoterapeuta en una de las mayores cárceles del Reino Unido, Convicto está basada en su experiencia personal. Tremendamente honesta a la hora de captar la esencia de la vida entre rejas, la película recuerda a Un profeta (dirigida por Jacques Audiard) por la visceralidad de sus escenas y la crudeza de la historia.
Eric Love (Jack O’Connell ) es un joven de 19 años que, debido a su violento carácter, es enviado a una prisión para adultos dos años antes de lo establecido por la ley. Una vez dentro, Eric se reencuentra con su padre, Nev (interpretado por el australiano Ben Mendelsohn), a quien no ve desde que era niño. A través de un grupo de terapia organizado por Oliver Baumer (Rupert Friend), quien también ha sufrido ciertos traumas durante su infancia, Eric trata de domar su carácter en un lugar donde los guardas no tienen interés en la recuperación de los presos sino en mantener el orden con abuso de poder.
Las interpretaciones de Mendelsohn y Friend son realmente fantásticas pero O’Connell sorprende de manera imperante en un film donde su presencia está en cada plano. En su primer papel protagonista, el joven actor de 23 años a quien Angelina Jolie ha dirigido recientemente en Invencible, se mete en la piel del personaje con una fuerza extraordinaria para mostrarnos la cruda realidad a la que se enfrentan los presos en una sociedad donde la reinserción de criminales no supone una prioridad. Con diálogos intensos (cargados de palabrotas) que exploran tanto la relación entre padre e hijo como los entresijos criminales entre reclusos y guardas, Convicto es un clásico del género criminal realizado con auténtica maestría por David Mackenzie, director de Perfect Sense, presentada en el Festival de Sundance en 2011.
Sincera y simple en su esencia, Convicto es ante todo una historia sobre los efectos que el abandono tiene en las personas. Eric busca el amor y el reconocimiento de su padre a través de la violencia, mientras que Olivier trata de ayudar a personas como él que no han sabido encontrar la manera de salir adelante, sino que por el contrario han adoptado la violencia y el crimen como medios de vida. Por su parte, Nev esconde el amor que, a pesar de la distancia, siente por Eric detrás de su fachada de tipo duro, pero la naturaleza de proteger a su hijo es más fuerte que cualquier otro sentimiento y es precisamente el amor paterno lo que le llevará a situaciones extremas en esta historia con tintes de tragedia griega donde la moralidad siempre flota sobre sus cabezas.
Con planos que captan la claustrofobia del lugar y una fotografía de tonos fríos, Mackenzie nos mantiene enganchados a esta película cargada de humanidad donde los personajes luchan por encontrar su hueco en un mundo henchido de violencia y corrupción.