Crítica
X-Men: Días del futuro pasado (2014), de Bryan Singer
Por Pablo Álvarez
Parece que fue ayer cuando asistí nervioso al cine para ver el primer pase de X-men, expectante por comprobar cómo habrían trasladado las aventuras de los mutantes de la Marvel a la gran pantalla. Por aquel entonces los films de superhéroes no proliferaban tanto como en la actualidad y uno se mostraba prudentemente escéptico pese a las ilusiones albergadas, más aún teniendo en cuenta que, salvo raras excepciones, la mayoría de películas basadas en cómics hasta el momento dejaban mucho que desear. Recuerdo estar sentado en la butaca e intentar controlar las palpitaciones mientras se apagaban las luces de la sala. Lo que siguió fue una sucesión de momentos emocionantes, ilusiones materializadas y un permanente escalofrío que se incrementaba en instantes puntuales, como aquel en el que Lobezno sacaba sus garras por primera vez o los geniales diálogos intercambiados por los eternos rivales/amigos: Charles Xavier y Erik Magnus.
Lo cierto es que el tiempo pasa rápido e inexorablemente, y ya han transcurrido 14 años desde ese momento. Durante todo este largo periodo, hemos disfrutado de más aventuras de los mutantes, ya sea en grupo o en solitario, y pese a que algunas han resultado más acertadas que otras, el cariño que se han forjado entre los espectadores resulta indiscutible.
Ahora nos llega su última entrega, que pretende cerrar un gran círculo presentando la que se prometía como el mejor capítulo de la saga hasta el momento. Para ello se ha tomado como base el famoso arco argumental homónimo de los cómics, escrito por Chris Claremont e ilustrado por John Byrne. La historia nos sitúa en un futuro desolador para los mutantes en el que son internados en campos de concentración o aniquilados por una raza de robots conocida como Los Centinelas. Para evitar este destino fatal, los pocos supervivientes trazarán un plan para viajar al pasado y cambiar el curso de los acontecimientos.
El realizador Bryan Singer, artífice de las dos primeras entregas de la franquicia, regresa para hacerse cargo de este nuevo episodio en el que también encontramos a gran parte del reparto de la saga original junto a los del relanzamiento que supuso X-Men: primera generación. Resulta digna de admiración la labor de los responsables del proyecto, que han conseguido juntar las dos líneas temporales de forma armoniosa, regalando instantes para el lucimiento de todos los mutantes protagonistas, para regocijo de los aficionados. Del mismo modo se logra crear una coherencia en la lógica interna de la franquicia, atando cabos que de alguna manera habían quedado sueltos en anteriores entregas. No obstante, la película adolece de cierto sentido del ritmo en determinados momentos. Tras un comienzo espectacular, la trama se desarrolla entre escenas de gran fuerza visual e indudable emotividad y otras que podrían haberse quedado perfectamente en la sala de montaje en favor de una mayor fluidez narrativa. Esto constituye el mayor problema de un film que, de haber prescindido de algunas secuencias para potenciar y recrearse en otras, podría haber resultado mucho más acertado. La dirección de Singer resulta notable la mayor parte del tiempo, logrando instantes verdaderamente inspirados tanto en lo que a acción como a introspección se refiere, aunque en algunas escenas la planificación resulte sorprendentemente plana.
A nivel actoral la saga X-Men se ha caracterizado por contar con un plantel de excelentes intérpretes que dan vida a sus personajes con gran convicción. En esta ocasión regresan la mayor parte de los viejos conocidos de la franquicia, junto a nuevas incorporaciones que contribuyen a elevar el nivel de calidad actoral. Hugh Jackman lidera el reparto de nuevo, demostrando que tras muchos años interpretando el papel, pocos podrían encarnarlo con tal nivel de compromiso. Los veteranos Patrick Stewart e Ian McKellen vuelven a hacer gala de su indudable calidad interpretativa en cada una de sus apariciones, mientras que el trabajo ofrecido por sus versiones jóvenes, a los que dan vida Michael Fassbender y James McAvoy, resulta igual de intenso y notable. Resalta especialmente el trabajo de este último, quien protagoniza las escenas más potentes del film a nivel dramático. Jeniffer Lawrence vuelve a demostrar en esta ocasión por qué es una de las mejores actrices de su generación, a pesar de que tenga que trabajar bajo una gruesa capa de maquillaje. A su vez destaca la presencia de Peter Dinklage, quien tras a su merecida fama gracias a la ficción catódica ha demostrado ser uno de los actores más interesantes de la actualidad, así como la novedad de Mercurio, interpretado por Evan Peters, cuyos poderes dan pie a magníficos instantes a nivel visual.
La mayor virtud del film es la sensación de nostalgia que transmite en aquellos espectadores que han crecido paralelamente a una saga tan longeva como esta. Aunque sea sólo por este motivo y por la promesa de lo que puede llegar a ofrecer el capítulo siguiente, merece la pena acercarse al cine para disfrutar una vez más de las aventuras de los mutantes más famosos del cine.