Opinión
Un cementerio de cines
Por Rau García
Lo más triste no es ver cómo los cines de tu ciudad, donde un día hubo cientos (hoy a penas una treintena), se están convirtiendo, uno tras otro, en tiendas de ropa, en gimnasios, en bingos, en discotecas, en parkings… o simplemente en edificios fantasma, entre los cuales, algunos pasan a ser propiedad de los grandes bancos que esperan pacientes el momento, especulando, para darles un futuro más rentable o venderlos al mejor postor. Lo más triste es ser testigo de la extinción de las salas de cine, porque eso es lo que está pasando. Como todos sabemos, el cierre de los madrileños cines Renoir de Cuatro Caminos (Calle Raimundo Fernández Villaverde, 10) que acabamos de conocer no es un caso aislado. Da la impresión de que se está produciendo un efecto dominó que los está derribando, arruinando, ya sean grandes o pequeñas cadenas. Una mezcla de factores como la crisis económica o el problema de la piratería que llevamos arrastrando ya durante años, ha repercutido negativamente en la industria cinematográfica. Paralelamente, también está afectando a las salas el surgimiento de nuevas plataformas a través de las que ver películas legalmente vía Internet, pero ésta es una competencia con la que las salas deben aprender a convivir. Aunque esto haya hecho un daño inevitable a la forma clásica de ver cine, ha significado una necesaria adaptación a los nuevos tiempos que el consumidor de cine y la tecnología estaban demandado. Los propias salas de cine, para no quedarse atrás, han tenido que invertir y adaptarse al formato de proyección en digital, pero sigue sin ser suficiente ante el abandono del ministro.
Un arte tan joven como es el cine está en constante proceso de evolución, y lo hace además a un ritmo vertiginoso, pero no por eso debemos permitir que el acto de ver películas en una sala de cine pase a la Historia. De acuerdo, soy un exagerado, a tanto no llegaremos, pero si seguimos así, en unos años desaparecerán del mapa gran parte de los cines. Con suerte solo quedarán unos pocos en sitios comercialmente estratégicos y se llamarán algo así como: “Renoir Movistar”, como pasa por ejemplo con algunos teatros en la actualidad. Si eso sirviera para mantenerlos a flote… Bromas aparte (río por no llorar), es un panorama desolador. Ojalá me equivoque. Es evidente que hace falta un nuevo enfoque en la industria de la exhibición cinematográfica, un empujón, pero para ello es necesario la colaboración y apoyo del gobierno, cosa que ahora mismo brilla por su ausencia. Entiendo que en estos momentos existen otras prioridades más importantes que la cultura, pero esto es relativo, pues la cultura es esencial en la sociedad, y en ella, las salas de cine (como los museos, los teatros, los auditorios de música… ) tienen un grandísimo papel. Pero las salas de cine son solo un eslabón más de la cadena. Al final salimos perjudicados todos. La subida del IVA se nota en el descenso en picado del público debido al incremento del precio de la entrada y, por tanto, lo tienen muy difícil para sobrevivir. Al ocurrir esto, se reduce el abanico de películas que llegan a nuestras salas y las que no son garantía de éxito comercial ni se molestan en distribuirlas y puede que ni siquiera lleguen a editarse en DVD o Blu-ray en nuestro país, o al revés, que salgan directamente a la venta sin pasar primero por las salas de cine. No hay margen para el riesgo, para el error, para la perdida en estos momentos, y en el arte debe haberlo, siempre. Y aún sin arriesgar, las salas siguen vacías. Ya pueden inventarse atractivas fórmulas de 2×1 o para hacer fieles, incluso socios, a sus clientes que no terminan de funcionar. Por otro lado, el recorte del presupuesto para la ayuda a la producción de proyectos cinematográficos se notará en el número de películas y cortometrajes que se rodarán el próximo año en España (caída que ya se notó el anterior). Esto hace aún más difícil, a los valientes que se lo proponen, estudiantes o profesionales, empezar o mantenerse en esta profesión. Muchos de ellos están pensando en emigrar, si no lo han hecho ya.
Yo mientras sigo en Madrid, yendo a mis cines favoritos que cualquier día, si esto no mejora, también cerrarán. España se está convirtiendo en un cementerio de salas de cine, cines a los que cogimos cariño porque se convirtieron en parte de nuestra vida y cuando mueren es inevitable echarlas de menos, por lo que significaron y por el vacío que dejan tras su desaparición. Un vacío de cultura que acabará pasándonos factura. Pero estamos a tiempo de cambiar la cosas o, por lo menos, aportar nuestro granito de arena para que no cierre ni una sala más. ¡Vayamos al cine!